LA SEGURIDAD EN LAS
CIUDADES: EL NUEVO ENFOQUE DE LA GEOPREVENCIÓN
La seguridad en las
ciudades: el nuevo enfoque de la geoprevención (Resumen)
La seguridad ha cobrado durante este
nuevo siglo una dimensión inédita; sin embargo, hoy día es un factor de calidad
y formas de vida, relacionado con el diseño urbano. Por ello, existen nuevos
paradigmas de análisis como el de la “geoprevención”.
La “prevención del crimen a través del
diseño ambiental” (CPTED, en sus siglas en inglés) ha demostrado ser una
estrategia útil y efectiva para prevenir el crimen y los sentimientos de
inseguridad; dicha orientación puede integrarse en el paradigma multidisciplinar
de la “geoprevención”.
Esta estrategia sirve para analizar la
relación entre medio urbano y seguridad pública como una consecuencia de
diferentes situaciones socioculturales, económicas o políticas. Por todo ello,
la CPTED se basa en las vulnerabilidades. Para conseguir disminuir o erradicar
esas vulnerabilidades se emplea: el control natural de accesos, la vigilancia
natural, el refuerzo del territorio, el mantenimiento de los espacios públicos
y participación comunitaria.
La aplicación de futuras estrategias
para la reducción de la violencia deberá ponerse en relación directa con otras
estrategias territoriales.
Palabras clave: Seguridad,
delincuencia, diseño ambiental, “geoprevención”, geografía del crimen.
Desde una perspectiva conceptual, la
seguridad cuenta con tantos matices que nos invita a presentarla como una
realidad poliédrica (Ruiz y Vanderschueren, 2007). No es sólo un valor
jurídico, normativo o político, también lo es social, pues se asienta en la
base del bien común de las sociedades para el desarrollo justo y equitativo de
todos sus integrantes. Como valor es uno de los pilares primordiales de la
sociedad, se encuentra en la base de la libertad y la igualdad; y contribuye al
desarrollo pleno y equitativo de los individuos.
La violencia urbana afecta a la calidad
de vida de las personas de una manera determinante. El miedo y la inseguridad
derivados de ella, en sus aspectos emocionales más básicos, son una de las
problemáticas inherentes a la vida urbana de las sociedades postindustriales.
Estas percepciones no sólo alteran y condicionan los hábitos de las personas
que viven en las ciudades, tanto de manera general, devaluando su libertad y su
calidad de vida, inhibiendo sus hábitos sociales, condicionando el desarrollo
de algunas de sus actividades; como individualmente generando estrés, ansiedad,
reducción de movilidad, rechazo de contactos sociales, etc.; sino que además
contribuyen al establecimiento o modificación de los lazos afectivos que
establecen los propios individuos con el territorio más próximo a ellos.
Entre los discursos sociales urbanos,
frente a la inseguridad, muy especialmente durante los treinta últimos años, se
han consolidado diferentes tipos de propuestas relacionadas con la seguridad, y
de una forma más concreta, con la seguridad ciudadana.
Uno de los objetivos del presente
trabajo será comprender, algo mejor, estos rasgos identitarios de las
sociedades postindustriales y, por lo tanto, sus discursos derivados. Todo ello
implica entender, y por lo tanto actuar, sobre las etiologías que generan
dichos comportamientos violentos y las manifiestas relaciones que presentan con
el territorio. En este contexto emerge recientemente el enfoque de la
“geoprevención”. El origen, análisis, desarrollo y algún ejemplo concreto de
esta nueva fórmula de contribución a la seguridad ciudadana serán algunos de
los centros de interés a los que prestaremos atención más adelante.
El concepto de
seguridad
Desde una perspectiva conceptual, la
seguridad cuenta con tantos matices que nos invita a presentarla como una
realidad poliédrica (Ruiz y Vanderschueren, 2007). No es sólo un valor
jurídico, normativo o político, también lo es social, pues se asienta en la
base del bien común de las sociedades para el desarrollo justo y equitativo de
todos sus integrantes. Como valor es uno de los pilares primordiales de la
sociedad, se encuentra en la base de la libertad y la igualdad; y contribuye al
desarrollo pleno y equitativo de los individuos.
Sin profundizar en todas sus
acepciones, nos conformaremos con definirla solamente desde un punto de vista
dual, para posteriormente contextualizarla desde la orientación de la
“geoprevención”.
Seguridad ciudadana y seguridad pública
son abiertamente conceptos diferentes que en ningún momento debemos llegar a
confundir.
La seguridad pública es aquella garantizada
por los servicios dependientes de una concepción monopolística del Estado, que
se concreta funcionalmente en aquellos tipos de servicios que prestan los
diferentes cuerpos de policía, además de los tribunales de justicia, con la
finalidad de mitigar los comportamientos violentos y las diferentes clases de
delincuencia.
El concepto de seguridad ciudadana por
supuesto también alude a la búsqueda de seguridad contra la ocurrencia de
hechos violentos o delictivos, pero a diferencia de la pública, participan en
ella nuevos actores sociales. Desde la seguridad ciudadana se asume que otras
instituciones locales y estatales, y sobre todo los propios beneficiarios, es
decir los habitantes de las ciudades, las organizaciones vecinales y de barrio,
y en definitiva la propia sociedad civil, contribuyan a su consecución,
desempeñando un importante y destacado rol. El énfasis en la seguridad
ciudadana corresponde a los individuos, desbordando los marcos estatales y los
diferentes agentes de control social.
Cuando los individuos se incorporan
como agentes activos a la coproducción de la seguridad en las ciudades, la
cultura de la prevención y las instancias formales se revalorizan, llegando a
constituir uno de los aspectos clave para el combate de la criminalidad y la
violencia.
Hoy día, un acuerdo bastante
generalizado para la gobernabilidad de la seguridad ciudadana propone un marco
operacional necesario que debe contemplar, al menos, los siguientes aspectos
(Velásquez, 2007):
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El
análisis de la conflictividad en la toma de decisiones en materia de
seguridad ciudadana.
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El mapa
de los actores estratégicos de la seguridad ciudadana.
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Los
espacios o nodos de actividad y conflictividad entre actores estratégicos que
afectan a la toma de decisiones o la situación de seguridad.
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Las
reglas que rigen en la relación entre los estos actores.
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Dentro de este marco se produce una
revalorización del territorio, y de la plasmación en él de las relaciones que
se dan entre los diferentes actores, emergiendo el paradigma de la
“geoprevención” como estrategia eficaz para combatir la violencia urbana.
Las políticas de
seguridad ciudadana
La aplicación preferente de la
respuesta policial para resolver los problemas de criminalidad urbana está
dejando de ser uno de los “leitmotif” de la sociedad global en la que nos
desenvolvemos (Herbert, 1997).
En la actualidad, bastantes países de
Europa Occidental y Latinoamérica están destinando un número importante de
recursos para implementar y desarrollar medios preventivos, necesarios para
combatir el fenómeno de la violencia urbana. Dichas inversiones no sólo son consideradas
como prioritarias por el imaginario de los colectivos urbanos, sino que en
ocasiones se consideran insuficientes. Pero al mismo tiempo, la percepción
directa de las amenazas contra la seguridad de los ciudadanos está cediendo
progresivamente su espacio a un difuso y fragmentado conocimiento de la
realidad que necesita nuevos marcos operativos. En este sentido, ni los propios
agentes de control social son conscientes de su evolución, de su rápida
transformación y mucho menos del impacto que tienen sus actuaciones en los
ciudadanos. Y este conocimiento parcial y limitado se produce por la
transmisión y asunción de símbolos de significado ambivalente y abstracto que
simplemente contribuyen a sembrar más inquietud por su invisibilidad y por la
imposibilidad de discernir su verdadera y última intención. La interpretación
de estos nuevos “discursos” requiere fórmulas de análisis interdisciplinar
enmarcadas en propuestas más globales, es decir, las políticas de seguridad
ciudadana deben conformar un aspecto transversal de otras políticas públicas
más globales o generales.
La desmesurada confianza en la ciencia
y en la tecnología de la sociedad en la era de la globalización tampoco ha
servido, al menos en Europa, para que las agencias de control social se hayan
encomendado a nuevos desarrollos y programas científicos, minusvalorando los
impactos y potenciales beneficios tecnológicos, que pueden proporcionar de cara
al control y gestión de la violencia. Por ello, son deseables para el futuro
otros nuevos escenarios ubicables en nuevos marcos teóricos como el la
“geoprevención”.
No siempre se tiene en cuenta que el
desarrollo de políticas integradas de seguridad urbana implica una serie de
aspectos fundamentales: la renuncia a la sectorialización organizativa y
competencial de las administraciones locales, el impulso de la integración de
políticas con mecanismos contrastados y eficientes, la reconfiguración de la
intervención pública por medio de objetivos compartidos por medio de su
consecución y aplicación transversal, y la búsqueda de eficacia en la
interacción entre los actores involucrados en problemas de seguridad y entre
las instituciones encargadas de solucionar dichos problemas. En todos los
nuevos enfoques geopreventivos es muy importante la construcción cultural de
formas de interrelación y de interacción más estrechas y eficaces entre
patrones de proyectualidad local y maneras de construir políticas de seguridad
urbana realmente integradas.
La seguridad ciudadana tiene cabida en
otras políticas públicas urbanas desde diferentes niveles o perspectivas:
Nivel
epistemológico
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La
seguridad urbana puede considerarse un área de conocimiento situado en la
frontera de otras disciplinas científicas perfectamente consolidadas
(criminología, sociología, psicología, geografía, urbanismo, etc.). Los
nuevos paradigmas securitarios se encuentran fuertemente abiertos a la acción
práctica y pueden llegar a consolidarse en un domino cognitivo y práctico
entremezclándose, e incluso confundiéndose, con muchas de las disciplinas que
tienen como objeto de estudio el medio urbano.
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Nivel
cognitivo
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Las
políticas de seguridad se refieren a macrofenómenos relacionados entre sí,
que a su vez se concretan en una pluralidad de causas, locales y globales,
que integran una gran multiplicidad de elementos. Desde esta perspectiva, la
“geoprevención” puede ocuparse de la seguridad, como objeto cogntivo
específico.
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Nivel
metodológico
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Las
políticas de seguridad ciudadana comprenden diversas aproximaciones que,
desde esa idea de transversalidad que hemos explicado más atrás, deben
desempeñar ese aspecto transversal que las haga permeables a otras políticas
públicas. Por ejemplo: las políticas de seguridad ciudadana deben ser
coherentes no sólo con otras políticas socio-asistenciales, educativas, de
planificación y/o regeneración urbana, etc.; sino también con políticas de
control formal, informal o situacional del territorio.
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Nivel
organizativo
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En el
estado de derecho, cualquier política securitaria depende de un marco
institucional y normativo. La “geoprevención” estará condicionada, por lo
tanto a las específicas competencias de que dispongan los entes responsables,
en una escala ciudadana, regional, nacional, y por qué no, internacional.
Desde este nivel se concretan las competencias asignadas a cada uno de los
agentes que participa en la política de seguridad.
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Dicho esto, aunque entendamos que no
existe, lamentablemente, ningún remedio milagroso para garantizar la seguridad
a los ciudadanos; el desarrollo de cualquier política de seguridad urbana
derivada de estos análisis previos debe contemplarse desde su implementación en
políticas territoriales planificadas y realizadas desde los entes locales, con
una evidente perspectiva y trascendencia de la eficiencia escalar,
garantizando:
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Una
adecuada reorganización interna de los mecanismos y sistemas de seguridad ciudadana
tradicionales.
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La
atribución de competencias específicas para los diferentes agentes de control
social.
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Una
selección adecuada de los perfiles profesionales de las personas ocupadas en
las tareas de seguridad, incluidos los grupos y equipos de investigación, que
incida en los procesos de profesionalización.
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•
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La
adquisición de capacidades por medio del desarrollo de perfiles formativos
adecuados para los profesionales involucrados en la seguridad ciudadana.
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•
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La
perfecta integración del trabajo realizado en las anteriores fases de la
geoprevención y su consecuente inserción en políticas concretas de seguridad;
y éstas a su vez en otras políticas territoriales de rango mayor.
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Desde nuestro particular punto de
vista, el éxito de las futuras políticas de seguridad que apliquen los
criterios de la geoprevención dependerá del cumplimiento de un conjunto de acciones
que consideramos estratégicas:
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Diagnóstico
correcto de los problemas relacionados con la seguridad a afrontar.
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Elaboración
de acciones, programas y proyectos con metodologías contrastadas que resulten
eficaces.
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Interacción
entre los distintos agentes activos que participen en el concepto de
seguridad ciudadana.
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Integración
de la dimensión de la seguridad en un espacio más amplio de políticas e
intervenciones de las instituciones y entes locales.
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•
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Elaboración
de manuales de recomendaciones que ayuden a planificadores, diseñadores y
arquitectos que ayuden a hacer la ciudad más segura.
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•
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Establecimiento
de algún tipo de visado policial que garantice la posibilidad de actuación
eficaz de la policía y que, además, incremente la seguridad (tanto real como
subjetiva) de los edificios y las áreas urbanas.
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Geografía, sociedad
del riesgo y enfoques geopreventivos
Sin ningún género de dudas, la
geografía tiene una gran potencialidad explicativa a la hora de relacionar la
dimensión espacial de los comportamientos delictivos y violentos con otros
caracteres de base social o demográfica. Sin embargo, las denominadas “geografías
securitarias” preocupadas por el análisis de los efectos territoriales de los
sistemas de control social que se han desarrollado desde el campo académico de
las ciencias sociales no sólo no se han interesado en la construcción de
principios generales que expliquen las relaciones entre seguridad, territorio y
sociedad, sino que en gran medida han minusvalorado el importante papel que
juegan los diferentes niveles de análisis territorial integrado.
El interés de nuestra disciplina por el
estudio del crimen y la delincuencia en el medio urbano se desarrolla al margen
de los evidentes, pero poco reconocidos, antecedentes de la escuela de
cartografía criminológica y de la escuela ecológica de Chicago y
fundamentalmente a partir del “relevance debate” (Hernando, 2001) En este
sentido, desde el inicial interés de los geógrafos, a comienzos de la década de
los setenta, por la descripción de modelos espaciales de crimen y violencia
urbana, se ha pasado en la actualidad a una amplia, pero poco difundida, diversidad
de trabajos, que desde nuestro personal punto de vista no se ha consolidado en
el “corpus” académico de la Geografía.
La amplia diversidad de técnicas y
fórmulas de análisis, de temáticas y de escalas espaciales y contextos
territoriales con las que se ha trabajado el tema de la seguridad desde una
perspectiva territorial ha facilitado el estrechamiento de importantes vínculos
con escuelas y orientaciones de carácter no geográfico. De esta manera,
prácticamente se han fusionado las metodologías geográficas con aquellas
específicas de la tradición criminológica de la escuela ecológica, o incluso
con los planteamientos de la nueva criminología, o con los de la sociología de
la desviación (Hernando, 2006).
El análisis de los actuales tejidos
urbanos y su configuración, sin olvidarse de su evolución espacio–temporal, han
servido, desde la geografía del crimen y la delincuencia, para la búsqueda de
una explicación de las tendencias y modelos generales de localización de las
actividades delictivas para ponerlos en relación con la seguridad de los
espacios urbanos; sin embargo estos estudios deben integrarse en una
orientación analítica de rango más interdisciplinar. François Asher (2004) en
su trabajo “Los nuevos principios del urbanismo” describe la sociedad
del riesgo, señalando que el riesgo es un concepto moderno que debe
diferenciarse de peligro. El autor, acertadamente, reconoce la aparición de
nuevos conocimientos especializados (la cindínica, o ciencia del peligro, la
gestión de riesgos, etc.), dispositivos cada vez más presentes, y por lo tanto
marcadamente útiles, en la vida cotidiana, y consecuentemente nuevas reglas y
principios de actuación, como los que hemos aplicado para la elaboración del
Atlas de la Seguridad de Madrid (2007) encargado por el Observatorio de la
Seguridad del Ayuntamiento de Madrid.
Sin embargo, debemos de ser conscientes
de que en el contexto de la sociedad del riesgo, se esconden realidades
sociológicas, o incluso ideológicas, que nos impedirían analizar con nitidez la
etiología, y por lo tanto los caracteres relacionales de causalidad que
explican la violencia en nuestras ciudades, enmascarando en buena medida los
procesos en que se generan, relacionados fundamentalmente con dinámicas de
enfrentamiento o confrontación no sólo políticas, económicas o sociales, sino
también de índole personal y subjetivo.
El análisis espacial de los referidos
riesgos y su relación con la morfología urbana, así como también el
correspondiente a la caracterización socio espacial de esos mismos tejidos
urbanos han ampliado las perspectivas utilitarias de la geografía del crimen y
la delincuencia. En este orden de cosas, durante las dos últimas décadas, los
estudios denominados “ecológicos” continúan siendo uno de sus principales
activos y han permitido el desarrollo de nuevas temáticas, debido a las
potentes herramientas de análisis y gestión que son los Sistemas de Información
Geográfica (Harries, 1999). En su uso convergen, tanto el interés científico,
como la demanda que suscitan sus posibilidades de aplicación práctica por parte
de la Administración, que debe tomar decisiones en materia de seguridad, así
como en la elaboración de políticas, tanto de control, como de prevención de la
delincuencia. Cualquier tipo de actuación necesita, en definitiva, un buen
conocimiento sobre los diferentes tipos de riegos, o lo que es lo mismo, sobre
las tendencias de localización de los hechos delictivos, como de su relación
con la trama y las características de las ciudades, para efectuar una buena
gestión de los recursos que aportan los ciudadanos con el último fin de
promover y aumentar tanto su seguridad objetiva, como la subjetiva.
Otro aspecto sobre el que sería
interesante reflexionar es la utilidad de los métodos que promueven el análisis
de los riesgos, ¿constituyen instrumentos válidos con los que afrontar el
estudio de ciertas peculiaridades específicas de un mundo en permanente
transformación, en el que los impactos de las actividades humanas son más
intensos e inmediatos de lo que han sido nunca? La respuesta a la pregunta
queda fuera de los objetivos de este trabajo, pero no queremos avanzar, sin
dejar de plantearla.
De una manera esquemática podemos
señalar que las políticas de seguridad ciudadana se han desarrollado atendiendo
a tres grandes tipos de estrategias que integran distintas perspectivas
disciplinares y teóricas (Sozzo, 2004):
La
estrategia positivista:
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procedente
de una concepción positivista que pretende abordar las desigualdades urbanas
existentes por medio de mecanismos de reforma social (empleo, educación,
ingresos,...).
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La
estrategia situacional o ambiental:
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centrada
en la reducción de oportunidades para la comisión de actividades delictivas.
|
La
estrategia comunitaria:
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que es
el resultado de la combinación de las dos anteriores para hacer prevención a
través de la participación social, orientándolas de una manera concreta hacia
un grupo humano o una comunidad específica.
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Los antecedentes en
la prevención del delito a través del diseño urbano
Jane Jacobs (1962) retomando ciertas
proposiciones de la escuela de Chicago acerca de la importancia del control
social informal en la prevención del delito señala que el control informal
depende en gran medida de la permanencia de gente en los lugares a vigilar.
Desde su punto de vista, para “hacer” ciudades más seguras hay que diversificar
los usos del suelo urbano, promoviendo mayor actividad en la calle, estimulando
la creación de controles informales y creando mayores posibilidades de
vigilancia de los espacios urbanos.
Se trata de conjugar la actividad
vecinal natural con las posibilidades de observación. Jacobs sugiere que los
lugares sean transitados y usados, que no se alejen del bullicio callejero, de
la posibilidad de que un observador “accidental” actúe frente al delito que se
está cometiendo. Desde su particular punto de vista, la seguridad en los
espacios urbanos tiene relación con la posibilidad de contacto y de creación de
vínculos de confianza entre las distintas comunidades urbanas.
Oscar Newman asume las consideraciones
del trabajo de Jacobs con una formulación teórica más práctica y definida. Es
el creador del concepto clave en la orientación que vincula delincuencia con
diseño urbano, proponiéndolo en su libro sobre el “espacio defendible” (Newman,
1972). En palabras del autor, se trata de "un modelo para ambientes
residenciales que inhibe el crimen creando la expresión física de un tejido
social que se defiende a sí mismo". Esta idea se concreta en diversos
elementos de diseño, como la definición territorial del espacio reflejando
áreas de influencia de sus habitantes (mecanismos de diseño que refuercen a los
habitantes en su capacidad para asumir actitudes y prerrogativas territoriales)
o la posición de las ventanas para posibilitar una vigilancia natural de las
áreas públicas del ambiente residencial.
Newman describe en su trabajo ejemplos
para el logro de un buen diseño de espacio defendible. Sus aportaciones, muy
criticadas en medios académicos por la falta de controles, inciden en la diferencial
criminalidad con que cuentan zonas urbanas adyacentes, con márgenes muy
significativos de inseguridad mayor en aquellas que adolecen de espacios
defendibles. A falta de comprobaciones a gran escala, la utilidad del concepto
de espacio defendible no puede ponerse en duda, como herramienta sencilla y
eficaz en la prevención de la delincuencia. Por supuesto, el diseño urbano no
pondrá fin al problema de la violencia urbana, pero puede ayudar a mitigar los
niveles de delincuencia de las zonas con elevadas densidades demográficas más
castigadas por el fenómeno de la violencia o del vandalismo. La consolidación
de “espacios defendibles” busca la reestructuración física del trazado de una
comunidad, o de un barrio, permitiendo a los residentes controlar el entorno
próximo a sus hogares, incluyendo las calles, jardines y otros espacios físicos
de las edificaciones para preservar el entorno.
Las propuestas de Jacobs y Newman
centran su atención en los residentes, la influencia del entorno en el miedo al
delito que manifiestan y su potencialidad para ejercer un control. La
aplicación más útil no es el delito en sí mismo, sino más bien la cohesión
social y el sentimiento de inseguridad. Ambos realizan propuestas para combatir
el miedo al delito e intervenir sobre los espacios urbanos, en palabras de
Tuan, topofóbicos.
La metodología CPTED (Prevención del Crimen a Través del Diseño Ambiental)
En los años setenta y ochenta, la ausencia de estructuras policiales adecuadas para hacer frente a la mayor parte de los tipos de violencia urbana conocida y la necesidad de ofrecer una respuesta eficaz provocaron la transformación relativa de las tradicionales estructuras securitarias y de los sistemas de control social, abriéndose de una forma evidente al conocimiento y al estudio analítico y científico de las interrelaciones entre violencia y ciudad. Su relación es innegable, y resulta extremadamente complejo definirla con claridad. En este contexto se desarrolla la metodología CPTED, invirtiéndose los términos tradicionales, y proponiendo primero el diseño de forma segura, para después construir.
La Prevención del Crimen a Través del
Diseño Ambiental o CPTED (Crime prevention through environmental design, según
sus siglas en inglés) es una metodología desarrollada por el criminólogo
estadounidense Clarence Ray Jeffery a mediados de los años setenta.
Básicamente, dicha aportación da por entendido que el ambiente físico y social
urbano puede generar oportunidades para que se cometan los delitos y con la
propuesta, el autor es consciente de que las oportunidades para la violencia
urbana pueden reducirse al modificar ciertos parámetros ambientales.
El concepto CPTED (Jeffery, 1977) junto
con los principios de “espacio defendible” promovidos por el arquitecto e
investigador Oscar Newman, aproximadamente al mismo tiempo, han sido claves
para consolidar el desarrollo de estrategias geopreventivas, a finales del
siglo XX.
La aplicación de las estrategias CPTED
en los diferentes tipos de equipamientos (hospitalarios, escolares, universitarios,...)
puede contribuir de manera importante a prevenir la violencia urbana, y en el
caso de los equipamientos escolares a desarrollar un ambiente de aprendizaje
más seguro al influir en la conducta de los estudiantes y de los visitantes a
estos centros.
La orientación propone la necesidad de
entender los objetivos conductuales antes de considerar una estrategia de
prevención del delito. Este enfoque reconoce la necesidad de apoyar
inicialmente los comportamientos deseados dentro de los diferentes tipos de
espacios urbanos, incidiendo en ellos por medio del diseño, del uso y de la
administración de los entornos microambientales y sólo después aplicar las
estrategias para reducir los comportamientos no deseados o antinormativos. Este
hecho tiene el beneficio de asegurar que las estrategias de prevención del
delito sean contextualmente apropiadas y no se determine de forma indebida el
uso óptimo del espacio.
Esta metodología tiene cinco conceptos
primarios interrelacionados que están destinados a reducir las oportunidades de
la comisión de actos violentos así como también el miedo al delito: control de
acceso, vigilancia, refuerzo territorial, mantenimiento de espacios públicos y
participación comunitaria.
Estos conceptos básicos ofrecen un
marco de trabajo para promover el diseño urbano eficiente y el uso “seguro” de
los espacios de nuestras ciudades, minimizando los comportamientos violentos en
sus calles y barrios.
La vigilancia natural
Por vigilancia natural se entiende el
grupo de características formales de observación que deben tener las ciudades.
Está orientada a aumentar la oportunidad de ver y ser visto dentro de un
espacio urbano concreto y de sentir confianza en ese mismo espacio por sus
características físicas y por las personas que lo habitan.
En un espacio urbano, la mejora de la
vigilancia natural se puede conseguir a través de la mejora de las perspectivas
de visión, iluminación y usos adyacentes compatibles. La consideración de este
aspecto en el diseño urbanístico desalienta los comportamientos violentos en la
ciudad, al mejorar las oportunidades de respuesta e intervención.
La vigilancia natural puede ser
negativa o positiva, dependiendo de la comunidad que esté controlando ese
espacio. La falta de vigilancia natural está relacionada con los diseños
urbanos problemáticos a los que se refería Newman, y está ocasionada por una
iluminación escasa o por la presencia de zonas urbanas reservadas con un diseño
confuso, fragmentado y repleto de potenciales escondites.
Como el control de acceso, la vigilancia
también contribuye a la definición de los territorios personales y al aumento
de las expectativas de respuesta en los comportamientos indeseables y
violentos.
El refuerzo
territorial
El refuerzo territorial en un espacio
microambiental urbano hace alusión a los lazos afectivos que establecen sus
habitantes con el entorno ambiental más próximo. La idea de reforzar los
vínculos con el territorio por medio del apego emocional es muy importante y
debe potenciarse de una manera prioritaria en las estrategias de prevención de
la delincuencia. Este tipo de acciones actitudinales están encaminadas a
reforzar el sentido de pertenencia al lugar, la posesión y las expectativas
conductuales dentro de un espacio dado, así como también a facilitar la
protección dentro del mismo.
El conocimiento del entorno más próximo
y la capacidad para ver y comprender lo que está sucediendo en él son
importantes para asegurar un sentimiento de control en una situación concreta y
se conoce como refuerzo territorial. Yi-Fu Tuan (1977) abre su libro “Space and
place. The perspective of the experience” con esta afirmación: “espacio y lugar
son palabras familiares que denotan experiencias comunes,... lugar es
seguridad, espacio es libertad”.
Con la utilización de barreras reales o
simbólicas, un espacio residencial urbano puede subdividirse en sectores más
pequeños, fácilmente controlables por los residentes, debido al refuerzo
territorial. En nuestras ciudades hay marcas territoriales de pueden ser
positivas y negativas; dichas marcas permiten este tipo de refuerzo. Un ejemplo
de marca territorial negativa es, por ejemplo, el graffiti.
El mantenimiento de
los espacios públicos
El concepto de mantenimiento de los
espacios públicos hace relación a la instrumentalización de los tres anteriores
términos en el diseño y elaboración de planes para asegurar el éxito de una
estrategia preventiva de la violencia urbana.
Las diferentes presiones sobre la
ciudad actual producen un triple proceso negativo: disolución, fragmentación y
sobre todo privatización. En este sentido, y siempre desde un planteamiento
securitario, nos vemos obligados a reflexionar sobre el fenómeno de
mantenimiento de los espacios públicos, contextualizando el debate del dualismo
público-privado que contribuye a la transformación de nuestras ciudades en el
siglo XXI.
No sólo la ciudad se transforma,
también las relaciones entre lo público y lo privado, y consecuentemente las
pautas de movilidad por estos tipos de espacios, produciéndose una
conflictividad asimétrica, debida a la segregación y la marginalidad.
Baste un simple ejemplo para ilustrar
el fenómeno, los grandes centros comerciales (malls, según la
denominación anglosajona) metropolitanos reúnen hoy una parte importante de las
actividades (ocio, cultura, venta, semideporte, comercio,...) que en el pasado
realizábamos en espacios nítidamente públicos; sin embargo no debemos olvidar
que la mayor parte de estos nuevos espacios son de titularidad privada. Su
potencialidad a la hora de fidelizarnos y atraernos hacia la vorágine
consumista nos está desplazando de los espacios verdaderamente públicos
(plazas, calles comerciales, centros culturales y deportivos públicos, etc.) y
nos aproxima, cada vez más, a esos otros privados, por lo que muchas
administraciones están abandonándolos, o en el mejor de los casos reduciendo
sus inversiones. Todo ello trae la consecuente generación de importantes
déficits (de control natural de accesos, de vigilancia natural, o de refuerzo
territorial) en muchos de los espacios públicos que en el pasado fueron hitos
relevantes del fenómeno urbano.
Cuando para los transeúntes se hace
difícil reconocer la titularidad pública o privada de los lugares, se debe en
gran medida a que el dominio privado se cierra de un modo cortante y excluyente
sobre el dominio público. Y por esa razón se reducen los itinerarios cortos,
especialmente aquellos que son exteriores a la vivienda propia y a los espacios
públicos y se incrementan los trayectos largos, que trascienden al ámbito del
hogar o del barrio, fundamentalmente por espacios privados.
El buen uso y el orden de los diversos
espacios públicos de la ciudad, y por lo tanto su mantenimiento, corresponde a
los gobiernos y administraciones locales, aunque de un modo complementario la
responsabilidad de su cuidado recae en la comunidad que hace uso de ellos, y
por lo tanto en los individuos que la integran.
La participación
comunitaria
Es otro de los aspectos ineludibles en
las estrategias de prevención del crimen a través del diseño ambiental. Sin la
incorporación genérica de la comunidad, y de los individuos que la configuran,
en particular, no hay garantías de asegurar el éxito de esta estrategia
participativa. Dicha componente es determinante a la hora de aplicar los
diferentes tipos de estrategias preventivas en los momentos de diseño, ejecución
y evaluación de los espacios públicos de riesgo. Estos diagnósticos elaborados
por los ciudadanos son fundamentales por la razón de que son precisamente
ellos, los que conocen las zonas de mayor inseguridad y riesgo, las posibles
necesidades que deben arbitrarse, y sin ellos, además, es imposible el refuerzo
de los lazos afectivos con el territorio.
La incorporación del ciudadano a las
tareas de seguridad permite hablar de la necesidad de coproducir seguridad
entre todos los actores involucrados (Smith, 1986). Esta práctica requiere un
énfasis en la participación comunitaria de los ciudadanos, y por ello, la
colectividad está, hoy día, en el centro de toda acción eficaz de prevención de
la criminalidad. Son las personas que viven, se desplazan, trabajan en la
comunidad, quienes mejor comprenden los recursos, los problemas, las
necesidades específicas y las capacidades de su entorno.
Este nuevo polo de atención implica
buscar formas y mecanismos adecuados de cómo incorporar a la comunidad, y por
otro lado de cuándo hacerlo; en otras palabras, en qué instancias la comunidad
puede desempeñar un rol y cuáles son las otras instituciones y organismos
llamados a hacer frente a la seguridad.
Una valoración prospectiva de la metodología CPTED
La aplicación de estas cinco estrategias de prevención del crimen a través del diseño ambiental está resultando enormemente positiva desde una perspectiva securitaria. Su integración, dentro de diferentes tipos de espacios, para la promoción, reafirmación y sostenimiento de comportamientos deseados; está incidiendo favorablemente en la ciudadanía, generando una reducción de los comportamientos antinormativos violentos y promoviendo en muchos vecindarios el aumento del sentimiento de seguridad (Valdivia, 2004).
Las estrategias de apoyo pueden ser de
diferente índole y están orientadas a facilitar aún más el cumplimiento de
comportamientos deseados. Algunos ejemplos claros pueden ser: la existencia de
transiciones claramente definidas desde los espacios públicos exteriores hacia
los espacios semi-públicos dentro de las demarcaciones de escuelas, institutos,
hospitales, etc.; la presencia de mapas de orientación cerca de los accesos y
puntos de entrada, o la existencia de señalizaciones de itinerarios y dirección
dentro de la propiedad.
Mientras los principios de control de
acceso se identifican fácilmente al restringir la entrada a las propiedades y
edificios, su uso como concepto CPTED va más allá. Por ejemplo, los objetos
como mobiliario urbano, carteles informativos y de avisos y teléfonos públicos
pueden legitimar la presencia de los transeúntes en un espacio urbano y
facilitar el anonimato para los individuos que los utilizan. La aplicación de
las estrategias CPTED permite identificar y potenciar el uso al que están
destinados estos objetos, mientras que aseguran que están física o visualmente
separados de los blancos potenciales de delito.
Algunos aspectos del diseño
urbanístico, o incluso la localización de equipamientos o de instalaciones
concretas, de una misma forma, pueden potenciar involuntariamente los
comportamientos antinormativos de los ciudadanos en algunos espacios urbanos.
Por ejemplo, muchos equipamientos utilizan vallas, rejas o portones para
restringir el movimiento en su interior; al hacerlo, es conveniente estudiar la
fórmula de obstaculización y control para asegurarse de que su diseño no
proporcione un “acceso natural” a esos espacios que quieren protegerse y
separarse de lo público (Ponce, 2006).
En los últimos treinta años, han sido
muchas las experiencias de diseño ambiental para la prevención de la
delincuencia que han tenido éxito en instituciones públicas y de servicios. De
los primeros trabajos de diseño, probablemente, el más conocido sea el proyecto
de prevención del delito escolar en el Condado de Broward, Florida (Estados
Unidos) que se financió gracias a un programa de concesión federal en los años
setenta. Este proyecto evaluó los beneficios de la aplicación de la metodología
CPTED acerca de la vigilancia natural y el refuerzo territorial, incluyendo la
promoción de un “mayor sentido de responsabilidad por parte de los estudiantes
para la prevención del delito”. A pesar del tiempo transcurrido, este proyecto
sigue siendo modélico en el día de hoy, y muchas escuelas han impulsado el
modelo haciendo uso de sus planteamientos para resolver problemas similares de
seguridad y control de la delincuencia menor (Kruger, Landman y Liebermann,
2001).
En 1993, el Departamento de Educación
de Florida, publicó un conjunto comprensivo de orientaciones y consejos de
diseño para sus escuelas basado en conceptos y principios CPTED. Las propuestas
del documento se centran en actuaciones concretas en las inmediaciones de la
escuela, en el diseño del sitio, en el diseño del edificio y espacios interiores,
así como en la disposición de los sistemas de control y equipamiento. La
publicación del Departamento reconoce en el documento la importancia del
contexto dentro del cual se aplican las estrategias y toma en cuenta la
necesidad de que el ambiente primero apoye el uso destinado del espacio.
En muchas intervenciones estratégicas
la prevención situacional va unida a la metodología CPTED. Este tipo de
estrategia se desarrolla fundamentalmente en el reino Unido y centra su interés
en la prevención del blanco (objetivo), trabajando aquellos aspectos que
permiten la reducción del riesgo de ser víctima de un acto delictivo.
Más recientemente, en el arranque del
año 2007 se celebró en Madrid el Congreso Internacional “Ciudades, Urbanismo y
Seguridad” en el que participaron más de veinte especialistas en seguridad
ciudadana de la Unión Europea y Latinoamérica, poniéndose en evidencia el alto
grado de aplicabilidad y éxito que está generando en algunos países el
desarrollo de esta metodología (VV. AA., 2007).
El enfoque de la “geoprevención”
En la actualidad, debido a los cambios organizativos generados por las nuevas demandas securitarias en el ámbito de la seguridad interior y las formas en las que los ciudadanos perciben su entorno territorial más inmediato se establece una relación recursiva que ha determinado la emergencia del enfoque de la “geoprevención”. Una nueva fórmula para la gestión de la seguridad y la prevención de la delincuencia a partir de la integración de todas las estrategias preventivas definidas con anterioridad y su implementación a partir de la utilización de herramientas SIG. Según esta propuesta, cualquier política de seguridad ciudadana debería incluir el diseño de las medidas encaminadas a la reducción de la violencia, sin ser ajenos a la comunidad, a sus características y a las de la población que reside en ellas, haciendo uso de estas potentísimas herramientas tecnológicas para analizar todas las posibles relaciones entre los agentes y el territorio con el objetivo de contribuir a la reducción del crimen y al aumento de la seguridad.
Estas nuevas metodologías están más
orientadas hacia la prevención y contención del hecho delictivo antes de su
ejecución que al desarrollo de instrumentos exclusivamente punitivos. Este
proceso de trabajo en equipo con la comunidad urbana ayuda además a priorizar
las áreas que requieren una mayor atención, y permiten también tomar decisiones
de una forma más rápida.
La “geoprevención” es una alternativa
importante pues articula las redes informales de control social, además de
promover la descentralización a nivel de barrio de la gestión de los pequeños
conflictos, a través de estructuras públicas y con el protagonismo del tejido
social. Sólo las instancias de control formal no sirven, si no hay un sustrato
de relaciones y una organización informal entre ciudadanas y ciudadanos, que
son los que en definitiva crean seguridad.
El nuevo paradigma de análisis
geopreventivo de la violencia urbana se fundamenta en los siguientes rasgos:
•
|
La
búsqueda de nuevas formas de organización de la participación de todos los
agentes sociales implicados en la relación dialéctica seguridad-violencia y
en el análisis global y transversal de sus implicaciones urbanas y
territoriales, así como de las transformaciones resultantes.
|
•
|
La
formulación de una crítica a la falta de transparencia del proceso de
producción de ciudad y por extensión de todo el fenómeno urbano, y en
consecuencia a los procesos de estigmatización, de segregación y de exclusión
social, además de los conflictos que genera entre sus habitantes.
|
•
|
La
asunción de un rol activo, de cara a la toma de decisiones en los procesos
duales detectados. Este posicionamiento debe superar las actitudes pasivas,
relacionadas con la solución y mitigación de los problemas y conflictos
urbanos.
|
•
|
La
utilización de potentes herramientas de gestión territorial como son los
Sistemas de Información Geográfica.
|
La lista de objetivos que deben
contemplarse desde cualquier aproximación que haga uso del enfoque de la
geoprevención es larga y ya ha sido esbozada en otros trabajos (Hernando,
2007):
1
|
Definir
los principales tipos de riesgos securitarios generados por el
deterioro de la calidad de vida, por las formas de confrontación entre
miembros de una comunidad, o por las conductas violentas y antinormativas de
los ciudadanos.
|
2
|
Conocer
la relación que existe entre esos riesgos securitarios no
sólo con la morfología de los asentamientos urbanos y sus dinámicas,
sino también con las diferentes tipologías derivadas del
crecimiento histórico de la ciudad.
|
3
|
Describir
las pautas de localización de los comportamientos
delictivos, en relación a los distintos tipos de riesgos y a los diferentes
modelos de asentamiento, concentración y evolución urbana, poniéndolos en
relación con la seguridad subjetiva y objetiva de los ciudadanos.
|
4
|
Identificar
los factores de localización, o fuerzas capaces de explicar esos
comportamientos delictivos en los distintos ámbitos urbanos, desde una
relación de causa - efecto.
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5
|
Analizar
la evolución temporal y el dinamismo espacial de
la seguridad ciudadana, lo que supone establecer los cambios que conocen los
factores y pautas de localización, así como los flujos o interrelaciones
entre cada uno de los diferentes tipos de hechos delictivos, intentando
definir etapas o fases de características diferenciadas y su relación con la
propia dinámica de la ciudad (formal, estructural y funcional).
|
6
|
Elaborar clasificaciones o tipologías
de espacios identificados por el cruce de variables que hagan
relación tanto al grupo de características homogéneas de la trama urbana
(temporales, formales, etc.), como a los niveles securitarios previamente
definidos y marcados por los diferentes tipos de actividades delictivas
detectadas.
|
7
|
Evaluar
el impacto territorial derivado de la localización de estas
“desutilidades” en el tejido urbano, así como sobre los comportamientos, la
movilidad y estructura de la población, en la relación existente con los
procesos de urbanización, los efectos del crecimiento económico, o
sencillamente con las muestras tangibles de bienestar social, de sus “desutilidades”,
o de los procesos de exclusión social observados en los entornos urbanos.
|
8
|
Establecer
las asociaciones espaciales que se deriven de la aplicación
de las diferentes acciones, programas y proyectos dirigidos desde los
sistemas de control social, que estén en relación con la población y las
propuestas de seguridad, así como el análisis de las interrelaciones
espaciales o flujos que las caracterizan.
|
Como consecuencia de todo lo
anteriormente apuntado emerge, sobre la esencia de la seguridad en lo local y
el papel activo de todos los agentes que participan en su consecución, un nuevo
campo de estudio donde la Geografía debe estar presente. En palabras de Fariña,
la mayor parte de las medidas que parecen adecuadas para conseguir la
sostenibilidad territorial urbana, lo son también para mejorar la seguridad de
sus habitantes. Por ello, desde este nuevo paradigma se propugnan nuevas
fórmulas de organización de las áreas urbanas, que atiendan a criterios de
eficiencia, incluidas aquellas cuestiones relativas a la seguridad (Fariña y
Ruiz, 2002).
En este sentido, resulta necesario
recordar que la eficacia en la lucha contra la inseguridad de nuestras ciudades
no depende exclusivamente ni de las sinergias tecnológicas, ni de las
corporativas, sino más bien de la creación de consensos activos y de la
supresión de barreras y superación de problemas urbanos que generan la
exclusión social. Este enfoque implica que no deberían ser exclusivamente los
agentes del control social los únicos involucrados en trabajar sobre la
seguridad, sino también la propia sociedad en un sentido amplio, y más
particularmente aquellos actores y agentes sociales que la demandan a partir de
algunas acciones como las que hemos propuesto en este trabajo (vigilancia
natural, refuerzo territorial, mantenimiento de los espacios públicos,
participación comunitaria, o control natural de accesos).
Un ejemplo de geoprevención: El Observatorio de la Seguridad y su Atlas
El Observatorio de la Seguridad de Madrid, órgano dependiente de la Coordinación General de Seguridad, constituyó a finales de 2006 un equipo con miembros de la Universidad, de la Policía Municipal y de la Coordinación General del Área de Urbanismo del Ayuntamiento con la finalidad de establecer el mapa de riesgos relacionados con la seguridad de la ciudad que ayudara a elaborar, de cara al futuro, los correspondientes diagnósticos para la toma de decisiones relacionadas con su política securitaria.
En una primera fase, el trabajo del
equipo, que he tenido el honor de coordinar, se ha plasmado en el documento que
lleva por título: Atlas de la Seguridad de Madrid (Hernando,
2007). En sus casi trescientas páginas se plantea un proyecto de investigación
muy ambicioso, que desborda el mero análisis locacional de más de un millón de
intervenciones realizadas por parte de la Policía Municipal como respuesta a
las demandas directas de los ciudadanos. La lectura de las páginas de dicho
documento y la interpretación de sus más de quinientos mapas, no sólo ponen de
manifiesto y sacan a la luz todos estos datos (georreferidos y clasificados por
tipo de incidencia), sino que además hace público por primera vez en nuestro
país un proyecto elaborado dentro de la filosofía de la “geoprevención”.
El Atlas refleja, en buena medida, el
fruto de las actuaciones de la Policía Municipal de Madrid sistematizadas de
tal manera que se constituye en una herramienta a su servicio, con vocación de
sumarse a los modos de trabajo innovadores que previamente hemos definido en
este trabajo. Las imágenes que integran el proyecto del Atlas de la
Seguridad dejan en evidencia la profunda ligazón existente entre
investigación geográfica de la trama urbana y los sistemas de representación
espacial, evocando una larga serie de explicaciones territoriales que podrán
desarrollarse a partir de esta propuesta seminal en distintas fases.
Actualmente el proyecto se encuentra en
una segunda fase, en la que con la ayuda del documento elaborado se están
estableciendo correlaciones entre los datos urbanísticos (como los mostrados
como ejemplo en el conjunto gráfico para el distrito Centro) y los relativos a
las actuaciones policiales. De estas correlaciones se están extrayendo
conclusiones que, en muy breve tiempo, ayudarán a mejorar la calidad de vida de
los ciudadanos de Madrid tanto en el aspecto de prevención de la delincuencia,
como en el del aumento de la sensación de seguridad. En este sentido, será
preciso realizar diferentes trabajos de investigación paralelos que permitan,
por ejemplo, conocer las causas que explican la existencia de una mayor
incidencia delictiva en un área específica de la ciudad o relacionar la
sensación de inseguridad con determinados valores urbanísticos y sociales como
la densidad, el grado de conservación de los edificios, la capacidad
socio-económica, el estilo de vida, la tipología arquitectónica o el tipo de
viario.
En una tercera fase posterior, el
documento (actualizado en tiempo real, corregido y ampliado a partir de las
nuevas tecnologías de la información) tendrá la función de servir para
consolidar el proyecto securitario que ha esbozado el Observatorio para la
capital, y que además de reflejar una película, evolutiva, relacional y en
tiempo real, de las circunstancias que afectan de modo directo a la seguridad
ciudadana, permita:
•
|
Poner a
disposición de todos los agentes intervinientes y relacionados con la
seguridad ciudadana una información útil y eficaz par tomar decisiones.
|
•
|
Renovar
los tradicionales métodos de acción policial por medio de una información más
detallada, relacional e inmediata.
|
•
|
Promover
políticas integradas de seguridad ciudadana con los consecuentes planes de
acción y formación.
|
•
|
Encontrar
nuevas ideas y prácticas por medio del intercambio de experiencias locales
cada vez más eficientes, contextualizándolas en lo que podríamos denominar un
urbanismo participativo y solidario, que incida sobre el planeamiento, los
proyectos urbanos y la configuración formal y estructural de la ciudad.
|
En definitiva, esta tercera fase estará
orientada a fortalecer la seguridad de nuestros conciudadanos en el respeto de
las libertades democráticas, haciendo uso de la investigación y el
conocimiento; poniendo todos los resultados a disposición de otras políticas
públicas más genéricas para su coordinación y aplicación.
Y todo ello, desde la conciencia de que
ninguna institución pública detenta en exclusividad el monopolio, y por lo
tanto el control, de la seguridad ciudadana. En cualquiera de los casos, nos
espera una tarea difícil y compleja, no sólo por la dificultad de establecer
una etiología de los fenómenos que se relacionan con los temas de seguridad,
sino también por la transversalidad que implican las interacciones, así como
por la influencia de los múltiples agentes implicados en ella.
De una manera sintética el trabajo que
todavía queda por hacer pasaría por las fases siguientes:
1
|
Puesta
en marcha de un sistema en tiempo real de georreferenciación de las
incidencias policiales mediante un SIG que posibilitara el trabajo posterior
con los datos introducidos.
|
2
|
Propuesta
de un sistema periódico de informes que permitiera conocer a diferentes
niveles (por ejemplo: interno de la policía para distribución de efectivos; a
los grupos del Ayuntamiento; a los responsables municipales; a la opinión
pública y a la prensa) la evolución de determinadas variables ambientales
urbanas.
|
3
|
Establecimiento
de indicadores de alarma que permitieran detectar zonas o puntos
problemáticos y establecer prioridades.
|
4
|
Realización
de diferentes trabajos de investigación que fundamentaran algunas de la
principales recomendaciones de diseño y planeamiento y detectar correlaciones
entre variables urbanísticas, sociales y delictivas.
|
5
|
Confección,
publicación y difusión entre los colectivos profesionales de manuales
prescriptivos sobre “diseño urbano seguro”, “arquitectura segura” y similares
que ayudaran a la realización de los proyectos.
|
6
|
Establecimiento
de listas de chequeo que permitieran verificar con un mínimo de objetividad
los efectos de la aplicación de las diferentes estrategias de seguridad, o
incluso de otras políticas urbanas de rango mayor.
|
7
|
Creación
de un visado de seguridad (en principio voluntario) al que deberían de
someterse los proyectos urbanísticos. Estos visados ya se encuentran
operativos en algunos países.
|
Es muy importante recalcar que al
finalizar el proceso todo el colectivo de evaluadores expresó su satisfacción
por el sistema seguido y su convencimiento de que las modificaciones propuestas
incrementarán la seguridad en ambos casos (tanto real, como subjetiva).
La geoprevención: de
la teoría a la práctica
El grado de ambición que muestra el
Atlas de la Seguridad de Madrid nos ha llevado a plantear con dos ejemplos
concretos (un parque y una plaza) un par de ejercicios teóricos como
ilustración de lo que puede ser el enfoque geopreventivo. De ellos no deberían
deducirse conclusiones maniqueas o/y coyunturalistas de los diseños actuales;
en ambos casos son ejemplos reales y la metodología seguida entendemos que es
perfectamente aplicable a cualquier otro espacio metropolitano.
Las fases de aplicación práctica de
nuestro ejemplo de “geoprevención” son:
1
|
Detección
mediante el Atlas de ambos ejemplos prácticos como puntos conflictivos desde
el punto de vista de las incidencias policiales producidas.
|
||||
2
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Levantamiento
minucioso del estado real, con trabajo de campo del que resultó una
planimetría precisa, secciones, alzados y fotografías, considerando aquellas
variables que, presumiblemente, iban a tener incidencia en la conflictividad.
|
||||
3
|
Comprobación,
mediante trabajo de campo de los caracteres ambientales de los espacios
urbanos seleccionados, y establecimiento de hipótesis para una posterior
evaluación.
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||||
4
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5
|
Como
resultado del proceso se consensuaron unas recomendaciones que deberían
traducirse en modificaciones de la situación actual.
|
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6
|
El
resultado de estas modificaciones se plasmó en una propuesta que mediante los
planos correspondientes se presentó al Observatorio de Seguridad para su
puesta en marcha.
|
||||
7
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Será el
Ayuntamiento de Madrid quien asuma, esperemos en un futuro próximo, las propuestas
elaboradas desde el Atlas de la Seguridad.
|
Es muy importante recalcar que al
finalizar el proceso todo el colectivo de evaluadores expresó su satisfacción
por el sistema seguido y su convencimiento de que las modificaciones propuestas
incrementarán la seguridad en ambos casos (tanto real, como subjetiva).
Conclusiones
La seguridad, como concepto abstracto y
poliédrico, podemos definirla como el resultado combinado de una percepción de
ausencia de riesgos (seguridad subjetiva) y la efectiva ausencia de los mismos
(seguridad objetiva). Estos riesgos son, a su vez, el producto de una
posibilidad de sufrir un daño y la magnitud del mismo.
Entre otras muchas consecuencias los
procesos de globalización han tenido como consecuencia inmediata la rápida
evolución del concepto de seguridad durante las últimas décadas.
La vulnerabilidad es, por otra parte,
uno de los rasgos característicos de las sociedades urbanas actuales. Además,
hay que tener en cuenta, que precisamente por afectar a la dimensión individual
de la seguridad, el sentimiento de vulnerabilidad se traduce en un agravamiento
de la sensación de inseguridad de los ciudadanos, incidiendo no sólo en el
aspecto objetivo, sino también en el subjetivo de la seguridad. En este
sentido, y dentro de la concepción de una respuesta eficaz a los desafíos que presenta
la seguridad ciudadana en la sociedad de la información, ha de primar no sólo
la identificación de sus vulnerabilidades, y el modo en que pueden ser
afrontadas por los diferentes tipos de políticas relacionadas con la seguridad
ciudadana.
Resulta evidente que dichas políticas
deben insertarse y contextualizarse en otras políticas territoriales. Frente a
las fórmulas más tradicionales y positivistas para la prevención de la
violencia urbana hemos presentado en este trabajo el enfoque geopreventivo, que
desde una perspectiva transdisciplinar vincula el concepto de seguridad al
territorio. Muchos de los conceptos territoriales de los que hace uso (control
de acceso, vigilancia, refuerzo territorial, mantenimiento de espacios públicos
y participación comunitaria) convierten a los ciudadanos en unos
importantísimos protagonistas de las políticas de seguridad públicas.
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