Prevención del crimen mediante el diseño ambiental

La prevención del delito a través del diseño urbano es una herramienta útil y efectiva para la prevención de algunos delitos concretos y la percepción de inseguridad. Algunas iniciativas, ya desde la escuela de Chicago así como el resurgimiento del CPTED en la década de los 70, se han desarrollado junto con la tecnología y medios para promover la vigilancia natural, fomentar el control de accesos, Reforzar la identidad con el espacio y para diseñar, gestionar y mantener el espacio para que sea más seguro. En el presente, se van tratar los aspectos más importantes en relación a la aplicación práctica del enfoque en aquellos factores urbanísticos que influyen en la delincuencia como las líneas de visión, la iluminación, las Rutas o el uso del espacio.

Introducciòn

La prevención situacional es un conjunto de estrategias de aplicación prácticas de prevención del crimen cuyo fin es reducir las oportunidades de cometer delitos (Felson, Crake, 19998). Se analizan y se diseñan espacios físicos y se estudia el ambiente para anticipar el delito y en la medida de lo posible evitarlo por medio de estrategias de metidas de disuasión. Estas medidas pueden ser de distinta naturaleza: arquitectónicas, urbanísticas, tecnológicas, guías de consejos y estrategias personales y cualquier otra herramienta destinada a la seguridad y habitabilidad de espacios.
El objetivo del enfoque CPTED es disminuir la probabilidad de comisión de delitos de oportunidad e incrementar la sensación de seguridad de los ciudadanos sobre algunos espacios. Estas estrategias también están dirigidas a influir en la capacidad de decisión de los delincuentes mediante el coste-beneficio en base a la elección racional. El delincuente pondera tres factores a la hora de cometer un delito: la motivación, una situación favorable y una víctima vulnerable. Un ambiente diseñado de manera apropiada disminuirá los delitos de oportunidad y la percepción del lugar como insegura aumentando la cohesión comunitaria, haciendo del delito algo más difícil y más arriesgado reduciendo los beneficios y recompensas (Medina, 2011).
La Escuela chicago es el precedente fundamental de la Criminología Ambiental. Un conjunto de sociólogos urbanos retoman las técnicas necesarias para representar la distribución de los delitos a través de los mapas. Así desarrolla su propia teoría de la criminalidad, esto es, estudia las relaciones espaciales y temporales de los seres humanos así como el ambiente que lo rodea (desorganización social) en relación al fenómeno criminal (Garrido, Stangeland, Redondo, 2001) .  La teoría del círculo concéntrico de Burguess (1925)  es una de las aportaciones de la Escuela de Chicago. En la misma se clasifican las estructuras sociales urbanas en  cinco zonas, que crecen de dentro hacia afuera y se crean de manera natural.
Otra aportación son los mapas de los lugares de residencia juveniles (spot maps) de Shaw y McKay (1942) basados en la teoría de Burguess, en la que se determina que el delito tiene un patrón regular y estable. Shaw crea el “Chicago Área Project” desde una perspectiva de prevención de la delincuencia con los programas  para la sensibilización y la lucha contra el crimen. Además de contribuciones como la  Teoría de la Asociación diferencial (Shuterland, 1945)  y la Teoría del Aprendizaje Social (Akers, 1966)  también aportó una colección de mapas de la Universidad de Chicago
Hasta 1970 las investigaciones sobre las características ambientales no habían sido debidamente estudiadas pues el análisis criminológico hasta ese momento se habían desarrollado entorno a la figura del delincuente. Por ello, para la disminución del fenómeno delictivo, el eje de políticas de prevención e intervención criminales de la época giraban alrededor del infractor (Medina, 2011).
Urbanistas y arquitectos dieron un giro en tanto que proyectaron la idea de modificación del ambiente para la prevención del delito terminando el receso desde la Escuela de Chicago. El entorno urbano influye en el comportamiento de los usuarios de dichos espacios, por ejemplo, en el comportamiento de las mujeres que debido a algunos entornos urbanos cuyos diseños no proporcionan la seguridad deseada limitan sus desplazamientos e impide el disfrute del espacio público (Pecharroman, 2012).
Las técnicas de prevención de delincuencia a través del diseño urbano están dirigidas a intervenir y modificar las condiciones físicas y ambientales que generan esa sensación de inseguridad así como en zonas en las que se cometen algunos tipos de delitos, fundamentalmente en aquellas en las que se han cometido delitos de carácter predatorio o violento como agresiones sexuales, robos, vandalismo, etc. Se dirige por tanto a formas específicas del delito. Estas técnicas exigen la gestión, diseño y manipulación del ambiente de manera sistemática y permanente (Clarke, 1997).
Principios 
Los autores y obras más relevantes de la época fueron Jane Jacobs que en 1961 publicó The Death and Life of Great American Cities, Ray Jeffery publicado en 1971 Crime Prevention Through Environmental Design u Oscar Newman en 1972 con Defensible Space: Crime Prevention Through urban design.
El CPTED se basa en cuatro principios básicos que pueden ser aplicadas por todo el globo. En la guía Crime Prevention Through Environmental Design Guidebook  (National Crime Prevention Council, 2003) podemos encontrar estos principios:
  1. Promover la vigilancia natural: ver y ser visto. La premisa principal de los delincuentes es no ser visto o ser vigilado mediante “ojos en la calle”, término acuñado por Jacobs (1961). La vigilancia natural también puede aumentar el riesgo para el infractor pues puede ser visto por aquellos que observan y estos actuar para imposibilitar el hecho. De este modo, el objetivo principal es que cualquiera que circule por la vía pueda poder observar al potencial infractor.Existen numerosas técnicas para potenciar la vigilancia natural, como por ejemplo aumentar el número de actividades o el flujo de personas en los lugares donde el número de delitos es mayor, colocando ventanas, iluminando zonas y eliminando obstáculos para la mejora de visión desde otros lugares.
  1. Fomentar el control natural de accesos: es la apropiación territorial mediante el uso cotidiano de estos accesos por parte de la ciudadanía. Un claro ejemplo son los accesos a viviendas unifamiliares o establecimientos comerciales. El control natural puede conseguirse utilizando arbustos, puertas o vallas que permitan aumentar el control social sobre los espacios. En los espacios públicos y semi-públicos este control necesita más atención por lo que se debe establecer dónde han de tener lugar los accesos (tanto de entrada como de salida), cómo va a ser el paisaje y cómo ha de estar iluminado el lugar para disminuir las oportunidades criminales. Así pues, donde más difícil resulta dicho control es en calles y áreas de libres tránsito público pero que también cuenta con técnicas para ello. Esta técnica se fundamenta en la eliminación de barreras psicológicas en forma de signos, distintas texturas o colores en el pavimento o la singularidad que una zona pueda ostentar. La idea de que un espacio resulte extraño puede parecer poco atractivo para el infractor. Esto no significa que deba impedir el movimiento pues eso también significaría cercar a la víctima potencial, sino que se deben limitar las oportunidades delictivas y ser cuidadoso en la elección de este tipo de estrategias de control.
  1. Reforzar la identidad con el espacio: Las personas normalmente protegen un territorio que siente como suyo y sienten respeto por el territorio de los demás. Algunos elementos que refuerzan la identidad con el espacio son las señales, obras de arte, el mantenimiento de los espacios y jardines que están bien definidos. El refuerzo desalienta al potencial infractor debido a la familiaridad con el vecindario y con el entorno.
  1. Diseñar, gestionar y mantener el espacio: El mantenimiento y la imagen que un área proyecta pueden tener un importante impacto sobre en lo que terminará convirtiéndose pues determinará la existencia de las oportunidades delictivas. La determinación de este espacio también va a influir en la cohesión territorial, social y en el sentimiento de seguridad de los lugareños. La gestión y el mantenimiento del diseño deben tenerse en consideración en la etapa de diseño así como la selección de materiales para determinar si serán sostenibles con el paso del tiempo, como por ejemplo tener en cuenta cómo afectará el crecimiento de los árboles en las líneas de visión.
Aplicaciòn Practica

El diseño del espacio físico en el contexto determinará, por tanto, el modo de utilización del espacio por los usuarios, así como el comportamiento predecible de personas en ese lugar. Es, por tanto, imprescindible reflexionar sobre la utilidad que se le quiere dar al espacio, determinar cómo se quiere que se haga uso de ese espacio y cómo se va a diseñar para cumplir los objetivos. Durante ese proceso también se conocerán carencias y necesidades del espacio previamente desconocidas que serán de gran utilidad para promover la vigilancia natural, fomentar el control natural de accesos, reforzar la identidad con el espacio y conocer cómo gestionar y mantener el espacio de manera más adecuada.
Para contribuir en la mejora de la seguridad re recogen las siguientes estrategias:
  1. Crear espacios con un gran campo de visión.
  2. Proporcionar la iluminación adecuada.
  3. Minimizar rutas ocultas y aisladas.
  4. Evitar el atrapamiento.
  5. Reducir el aislamiento.
  6. Promover espacios de uso mixto.
  7. Generar actividad.
  8. Crear un sentido de pertenencia a través del mantenimiento y gestión.
  9. Proporcionar información por medio de paneles y señales.
  10. Mejorar el diseño general del entorno construido.
La decisión de qué estrategias se van a aplicar variará en función de la condición del sitio, la función que se le quiera otorgar a ese espacio y de cómo se desea que se desarrolle esa función.
Lineas de Vision
Línea de visión se refiere a la capacidad de visualización tanto en amplitud de visión como de profundidad de visión. Esto viene determinado por el volumen de todo aquello que pueda interferir en esas capacidades, en la vigilancia natural y en la sensación de seguridad. Estos elementos pueden ser naturales o arquitectónicos como árboles, arbustos, muretes, paredes, esquinas muy angulosas o vallas que pueden servir al agresor como escondite.
Entre las alternativas al uso de esos elementos se encuentran setos o jardineras bajas, pequeños árboles, hierro forjado o vallas de tela metálica, vidrio, césped o jardín bien cuidados, bancos en los que sentarse que permitan a los usuarios ver y ser vistos por los potenciales delincuentes desalentando sus intenciones y disminuyendo oportunidades delictivas.
También ha de considerarse el paso del tiempo en tanto que los árboles y setos crecen pudiendo crear barreras, escondites o pantallas que imposibiliten la vigilancia. Es de especial importancia atender al mantenimiento de estos espacios para derivar los recursos necesarios que aseguren las línea de visión en el momento del diseño para que no queden difusas con el paso del tiempo.
En cuanto a elementos arquitectónicos se han de evitar espacios ocultos o aislados que generen puntos ciegos instalando ventanas u otras aperturas y salientes que faciliten la vigilancia en lugar de dejar paredes lisas. En los casos en los que este tipo de instalaciones no fueran posibles pueden instalarse espejos o implantar cámaras de video-vigilancia.
Otros lugares que se consideran de alto riesgo para la seguridad son los pasos subterráneos, escaleras y rellanos (en especial en edificios con un gran número de plantas).
Iluminaciòn
La iluminación es necesaria para ver y ser visto. Desde el punto de vista de la seguridad, la iluminación que se coloca estratégicamente puede tener un impacto sustancial en la reducción del miedo al delito. Un nivel básico de iluminación debe permitir la identificación de una cara de una distancia de unos 10 metros para una persona con visión normal. Se ha de hacer hincapié en la iluminación durante la noche atendiendo especialmente en calles secundarias, vías de acceso a espacios públicos así como pasarelas, salidas e indicaciones que puedan ser de utilidad en caso de necesitar huir.
El color y la intensidad también son factores importantes en la creación de espacios que resulten menos atractivos para los potenciales delincuentes (a mayor luz más visibilidad menos atractivo para cometer algún tipo de delito en esa zona específica). A la espera de algún estudio que avale la teoría de la que luz de color azul disminuye la criminalidad, en el año 2000 en Glasgow se descubrió de manera casual que en las zonas donde se habían instalado alumbrado de color azul el número de crímenes y suicidios habían descendido considerablemente por lo que Japón en 2005 testó  esta estrategia consiguiendo reducir los resportes un 9%.
La utilización de iluminación en algunas zonas puede convertirse en facilitadora del crimen. No es aconsejable utilizar iluminación en lugares aislados o que no están pensados para ser utilizados durante la noche pues puede generar una falsa sensación de confianza. Puede resultar conveniente aconsejar el cierre o la limitación de este tipo de espacios así como suprimir o bajar considerablemente la intensidad de la luz para no generar expectativas sobre que el espacio deba ser utilizado o producir una falsa sensación de seguridad.
La ubicación del alumbrado es un factor importante pues al contrario de lo que se pretende puede generar sombras o dejar áreas mal iluminadas. Además la dirección de la luz resulta clave pues ha de dirigirse hacia el pavimento de carretera y los posibles espacios que puedan suponer un espacio de cautiverio sin posibilidad de fuga. La iluminación también debe tener en cuenta la vegetación, como árboles altos u otras obstrucciones que pudieran causar un bloqueo en la iluminación. De nada sirve colocar farolas o elementos que emitan luz si pueden ser neutralizados por ataques de vandalismo de modo que estos elementos deber estar protegidos contra posibles ataques.
La iluminación requiere un mantenimiento y limpieza por lo que las ramas de arbustos y árboles que bloqueen la luz fuer deben ser podados. Las farolas y lámparas deberán estar situadas a alturas adecuadas para facilitar el mantenimiento y reposición.
Àreas de Acumulación
Se trata de pequeñas áreas confinadas cercanas a rutas muy transitadas. Son zonas que resultan estar envueltas por tres lados por medio de algunos obstáculos, como paredes o arbustos. Ejemplos de ello son los ascensores, túneles o puentes, escaleras envueltas o encerradas y aisladas, entradas oscuras y confinadas que pueden ser cerradas por la noche, áreas con cambios acusados de distintos niveles con alto cambio de rasante en entrada y salida. También comprende centros educativos con áreas de recreo cercadas por vallas, parkings o gasolineras.
Estas zonas cuentan con escasas opciones para poder ser mejoradas. Principalmente existe la opinión de que las zonas de apresamiento deben ser eliminadas o en el caso de que esto no pudiera ser posible se ha de proceder a la limitación de esos espacios bloqueando o cerrándolos cuando fuere necesario, en especial, tras las horas principales de funcionamiento. Las áreas de atrapamiento son inevitables, sin embargo siempre debe estar bien iluminada con algún tipo de vigilancia formal. En el caso de ascensores, la incorporación de las ventanas de cristal en el diseño de las puertas del ascensor sería de gran ayuda. También se han de aumentar las posibilidades de auxilio y de escape para la víctima en cuyo caso podría resultar útil habilitar más puntos de salida para peatones en parkings.
Rutas aisladas u ocultas
Con cierta frecuencia este tipo de rutas no ofrecen alternativas para los peatones. Son tramos en los que el atacante puede observar y conocer dónde terminará el viandante como por ejemplo pasos inferiores, túneles, puentes fijos y escaleras. En estas zonas ha de aumentarse la visibilidad, y así la vigilancia, para aumentar su seguridad mediante la incorporación de actividades (vigilancia informal), video-vigilancia, instalando teléfonos de emergencia o utilizando materiales que promuevan la vigilancia natural como el vidrio para que se pueda ver lo que sucede en túneles o escaleras, por ejemplo. También se pueden utilizar espejos o implementar iluminación adicional de manera uniforme. Una ayuda a la iluminación consiste en utilizar pintura clara para los techos pues contribuye a distribuir la luz.
Otra opción consiste en eliminar las rutas aisladas u ocultas que en ocasiones también cuentan con puntos ciegos en los que arrinconar a una víctima y no tener ningún modo de solicitar auxilio. En ese caso pueden utilizarse teléfonos de emergencia o botones de alarma para solicitar ayuda si fuera necesario. Para la huida es imprescindible conocer o poder observar los puntos de fuga. Por esta razón estás rutas deben estar correctamente iluminadas y señalizadas.
Rutas aisladas
La mayoría de las personas se sienten inseguros en áreas aisladas, especialmente por el temor de que en caso de que algo ocurriese no se escuchasen las llamadas de socorro. La vigilancia natural contigua proviene de edificios comerciales y residenciales que ayuda a mitigar la sensación de aislamiento, al igual que las actividades de planificación o programación para una mayor intensidad y variedad de uso.
La vigilancia formal, esto es, la presencia por parte de la policía y otro profesional de la seguridad no resultan prácticos y mucho menos resultan ser económicos. Una opción para sustituir estos recursos por otros más prácticos y de menos coste resultan ser los distintos elementos tecnológicos como los sistemas de audio y monitoreo.
La vigilancia natural de los espacios públicos como espacios verdes abiertos, vías peatonales, plazas y aparcamientos aislados debería fomentarse mediante la planificación y el diseño evitando la monotonía de las fachadas que fomentan la sensación de aislamiento y las zonas de estacionamiento rodeados de edificios para promover la vigilancia natural. Sería preciso incorporar herramientas de comunicación como teléfonos o botones de pánico que puedan enviar un aviso de que algo está sucediendo así como fomentar actividades en dichas zonas para aumentar la presencia de ojos en la calle.
Àreas de uso mixto
Una combinación equilibrada del uso de áreas de uso mixto debe combinar la compatibilidad entre las actividades, que atiendan a las necesidades de la comunidad y que mantengan la armonía con el ambiente, la economía, la estética y la seguridad. Esto es, para cohesionar lo distintos usos en zonas residenciales se puede optar con la inclusión de una carretera principal, un parque o una plaza que permitan desarrollar el tránsito de un lugar a otro durante las actividades cotidianas. La diversidad de usos proporciona sensación de seguridad lo que propicia una mayor cohesión social, fomenta los lazos y el contacto entre personas e impulsa la actividad. Los tipos de establecimientos más propensos a generar estos resultados son los comercios locales.
Diseño general
El diseño y la gestión del medio ambiente influye en el comportamiento humano. Un lugar rodeado de hardware de seguridad reforzará un clima de miedo, mientras que un lugar vibrante y agradable transmite confianza y cuidado. Tanto los valores funcionales y estéticos de los espacios públicos como los semi-públicos contribuyen a una sensación de seguridad. En particular, el grado en el que los usuarios pueden encontrar su camino con facilidad influye en la sensación de seguridad. Un buen diseño refuerza el uso natural del espacio y disminuye la necesidad de depender de señales con el fin de encontrar el camino más próximo.
El diseño del espacio, además de cumplir los objetivos funcionales, debe estar dirigido a crear un ambiente estéticamente agradable en el que una persona quiera disfrutar. Los aspectos de seguridad deben ser considerados como parte integral del diseño del espacio y el cumplimiento de los valores estéticos.
El espacio debe ser fácil de entender: las entradas y salidas, los lugares para encontrar personas y los lugares para encontrar servicios tales como baños o teléfonos debe ser fácil de encontrar para una persona que visita el lugar por primera vez. Los espacios más complejos a menudo dotado con señales y paneles deben proyectar accesibilidad ya que un entorno acogedor crea una imagen que atrae a la gente. Es por ello que los espacios inutilizables o  «espacios muertos» deben ser evitados.
Para una mejor protección y la seguridad pública, el diseño del espacio debe tener en cuenta los materiales apropiados, su colocación, el color y la textura para proyectar la función del espacio claramente invitando al usuario a quedarse o alentándolo a abandonarlo creando un espacio poco atractivo.
Espacios generadores de actividad
Los espacios generados de actividad son áreas pensadas para que cumplan la función que se determina para un lugar, esto es, los usos o instalaciones que atraen a la gente, donde se crean actividades y dota de vida a la calle o al espacio y, por lo tanto, un espacio que ayuda a reducir las oportunidades para el delito. Incluyen desde el aumento de instalaciones de ocio en un parque a la colocación de la vivienda en el distrito central de negocios o la habilitación de un restaurante de un edificio de oficinas. Estos pueden planificarse a escala pequeña, ser añadidos como el apoyo a la utilización del suelo o como intensificación de un uso particular. El denominado uso complementario se refiere cuando el uso está dirigido a la vigilancia de las zonas potencialmente aisladas.
La limitación de estas áreas está determinada a lo largo de un borde, esto es, algún camino peatonal o parques que controlen el desarrollo de las actividades creando una invitación a permanecer en dicho lugar en lugar de convertiré en un mero lugar de paso. Un ejemplo de generador de actividad resultaría ser un quiosco o tienda en las proximidades o dentro de áreas recreativas que promuevan la cultura, relaciones interpersonales y actividades de distinta naturaleza en parques o jardines. La gran afluencia de personas puede convertirse, por otro lado, en generador de miedo al delito por la sensación de anonimato. Este sentimiento de inseguridad puede ser mitigado mediante la creación de más actividades a nivel del suelo que añada «ojos en la calle”.
Paneles informativos
Estos deben estar correctamente diseñados. Las señales, paneles y mapas ubicados estratégicamente contribuyen a una sensación de seguridad. El contenido de los mesajes deben ser mensajes claros, coherentes, concisos y legibles desde la calle. Los carteles deben ser grandes e identificables, con colores fuertes y símbolos estándar, con formas y gráficos simples (baños, policía, hospital, accesos, fuentes, etc.) que indiquen dónde ir en caso de necesitar asistencia o ayuda.
Tener las direcciones iluminadas por la noche hará aún más visible este tipo de señales. En los lugares donde encontrar el camino pueda resultar una tarea complicada se deben establecer los carteles y mapas que sean necesarios para indicar los caminos y salidas posibles. A menudo los carteles están deteriorados por pintadas, Graffiti y otros actos vandálicos que pueden provocar la ilegibilidad de las señales. Si las señales están en mal estado (actos de vandalismo, la vegetación se ha apoderado del mismo) genera una impresión de falta de propiedad y por lo tanto se suma a una sensación de miedo por lo que el mantenimiento resulta ser fundamental.
La ubicación de estos paneles informativos y señales se colocan estratégicamente en entradas así como las áreas de actividad (caminos, pasillos, parques) con una altura adecuada que permita la interpretación para todos los usuarios.
Propiedad, mantenimiento y gestión
El sentimiento de propiedad o pertenencia a un lugar es un factor vital para la percepción del entorno como seguro.
Asumir la responsabilidad y el cuidado de un entorno ayuda a que sea más seguro. Si los residentes de una zona consideran que las áreas fuera del cerco de su edificio no pertenecen a ellos se sienten menos seguros y serán menos propensos a intervenir en una situación peligrosa. No reconocer el espacio como propio contribuye en la sensación de inseguridad.
Por otra parte, las medidas adoptadas para aumentar el sentimiento de  territorialidad a veces puede aumentar las oportunidades para el crimen. Las barreras visuales o reales que separan muchos los distintos creados para los diferentes usos de los barrios o las zonas colindantes a otros barrios pueden aislar a los residentes de la comunidad en general.
Los materiales utilizados para las instalaciones comunes deben ser resistentes al vandalismo para que el mantenimiento sea mínimo por lo que el mobiliario urbano debería estar hecho de materiales duraderos y resistentes a este tipo de acciones.
Como se ha comentado con anterioridad la imagen que proyecta un entorno cuidado será más favorable al sentimiento de seguridad como un entorno descuidado lo será para el sentimiento de inseguridad. Resulta útil en estos casos facilitar teléfonos de atención ciudadana que puedan alertar sobre el deterioro de zonas comunes como desperfectos en parques, ventanas rotas en edificaciones, exceso de basura o grafitis con mensajes ofensivos para prodecer al arreglo o eliminación del menoscabo del lugar.
Finalmente, la programación y gestión de los espacios, así como la vigilancia y un buen mantenimiento pueden mejorar la seguridad personal. Si no se da una rápida atención al mantenimiento de una propiedad el resultado de la falta de mantenimiento puede contribuir a una sensación de inseguridad.
Criticas al CPTED y conclusiones
Además de los cambios arquitectónicos y la administración de espacios públicos para la prevención de la delincuencia han de tenerse en cuenta los factores sociales y el fomento de la participación de la comunidad. Una de las críticas argumenta que las estrategias tomadas entorno a la modificación del entorno no atiende a las causas del delito. Así pues, para un abordaje integral de delitos específicos, es imprescindible reunir todos los enfoques desde perspectivas multidisciplinares que aporten datos con el fin de realizar un estudio completo que atienda a todos los implicados: el delincuente, la víctima, el ambiente, la seguridad y las políticas públicas.
Perfil geografico
El perfil geográfico es una de las herramientas de las que la Criminología y todos los profesionales que se encomiendan a ella disponen para la resolución de crímenes seriales y otros tipos de delitos que encierran patrones y tendencias espaciotemporales potencialmente analizables. Parte de teorías en Criminología Ambiental y se configura como medida de prevención situacional, de acuerdo a lo cual se orienta a la modificación de las oportunidades delictivas para evitar la comisión de nuevos delitos y  reducir la lista de posibles sospechosos que faciliten la identificación del autor desconocido de un crimen violento, sexual o especialmente perverso.
Con objeto de producir mapas delincuenciales, éste perfil se sirve de medios informáticos como los Sistemas de Información Geográfica, dentro de cuyas posibilidades se encuentra la principal técnica geográfica utilizada en este tipo de investigaciones: el Punto Geográfico Criminal. Hasta la fecha ha demostrado ser especialmente útil en materia de seguridad.











Conceptualizaciòn del perfil geográfico del delito
El ‘perfil geográfico’ o ‘geoperfil’ (Geographic Profiling en la literatura anglosajona) ha recibido múltiples denominaciones y conceptualizaciones a lo largo del tiempo desde que fuera implementada como herramienta. Particularmente se le reconoce como un sistema estratégico dirigido a la administración de información y como un método de investigación que se propone como principal objetivo definir el área de mayor probabilidad del domicilio de un delincuente; dentro de esta categoría forman parte aquellos individuos que se hacen responsables de la comisión de asesinatos seriales, violaciones, incendios provocados, robos y bombardeos entre otras formas de criminalidad. Si se quisiera proporcionar una definición lo más aproximada, fiable y completa posible, deberían combinarse aquellas que en su momento fueron formuladas por Garrido Genovés y López (2006) por una parte y por Rossmo (2000) por otra. Siguiendo a Garrido y López, el perfil geográfico puede definirse como ‘‘una técnica de análisis de la actividad espacial o geográfica de los delincuentes aplicada a la investigación criminal’’; y adoptando el criterio de Rossmo, el perfil geográfico podría entenderse como la metodología de investigación criminal que analiza la ubicación de los delitos dentro de una serie para determinar la zona en la que es más probable que el autor resida.
De lo anterior se desprende que con la utilización de datos representativos de las localizaciones geográficas en las que se comete una serie de crímenes, este método de investigación es capaz de describir elementos como el área más probable de residencia del delincuente, el lugar donde interactúa, el espacio en el cual transita y el lugar en el que dentro de ese trayecto finalmente delinque. Así pues, este tipo de perfil criminal no se preocupa en caracterizar el criminal, sino que centra su interés en resolver el mapa mental del criminal, en identificar el lugar de sus crímenes, su forma de desplazamiento, sus movimientos y sus zonas de acción; y al igual que otros tipos de Profiling, no busca la precisión, sino la asistencia a los aparatos policiales y judiciales para la priorización de áreas de búsqueda o de áreas de intervención (Laverty & MacLaren, 2002; Ratcliffe, 2004, Rossmo, 1997). En una investigación criminal, conocer estas localizaciones geográficas puede proporcionar nuevas hipótesis sobre las futuras zonas de acción delictiva de un individuo.
Contextualizaciòn: Como, cuándo y dentro de qué disciplina surge el recurso del perfil geográfico del delito
La prevención situacional y la Criminología ambiental:
Tradicionalmente, la prevención del delito se ha enfocado desde un modelo clásico o neoclásico que equipara prevención y disuasión para legitimar que la pena sirva únicamente con efecto inhibitorio del delito; y además, se ha actuado en base a modelos reactivos que priorizan el recurso de la presencia policial y dirigen las intervenciones solo una vez producida la infracción. Actualmente, hemos llegado a la adopción de un modelo proactivo y descentralizado basado en el análisis de la inteligencia y la distribución de efectivos (Ratcliffe & McCullagh, 2001), modelo que impera en combinación con un modelo o enfoque situacional que a diferencia del clásico o del neoclásico predica neutralizar el riesgo de delito con intervenciones específicas en las oportunidades delictivas. Este modelo situacional se construye en el seno de las denominadas teorías del crimen, las cuales no centran el foco de atención en el delincuente y su rehabilitación como si hacen las teorías de la criminalidad, sino que estudian las circunstancias y ambientes espaciotemporales y sociodemográficos que influyen y son determinantes en la comisión del crimen. En este sentido, para la prevención situacional la criminalidad no es resultado de una predisposición individual, sino de factores que crean o favorecen las oportunidades delictivas en autores racionalmente motivados (Clarke, 1983). Ésta deviene como un sistema de prevención que busca reducir las oportunidades delictivas modificando el ambiente o las situaciones (Soto, 2013), y esta importancia conferida a la relación espacio y delincuencia ha pasado a ser un ámbito de amplia documentación por los criminólogos ambientales. Sin embargo también es cierto, que este interés de la Criminología por la dimensión espacial del delito es relativamente reciente, ya que hasta hace unas décadas no se encontraba de utilidad abordar el contexto en el que ocurría un delito.
La determinación de estas características espaciales y su relación con las oportunidades delictivas y con el comportamiento infractor del individuo, funciona en términos preventivos desde el momento en que faculta la formulación de estrategias de intervención y prevención que ayuden en la alteración de las oportunidades delictivas en lugares específicos (Law & Quick, 2013).
Al final la idea que pone en marcha la maquinaria de un análisis espacial del delito es la existencia de un desplazamiento a lo largo de las acciones que culminan en la infracción delictiva. El análisis del trayecto al lugar del delito, el denominado ‘journey to crimen’, refiere el movimiento seguido por un delincuente para converger en tiempo y espacio con su objetivo, y trata de explicarlo mediante aspectos como la motivación, el origen, el destino, la ubicación del delito, la ruta, el momento temporal, la duración, la distancia, la dirección, el modo de desplazamiento y su realización solo o en compañía (Bernasco, 2014).
Los conceptos que la Criminología ambiental ha utilizado para resolver las cuestiones situacionales de un delito son la distancia, la zona de seguridad, los puntos de anclaje, el desplazamiento y la difusión de beneficios, conceptos dependientes de las características relacionadas tanto con el delito como con el delincuente.
El análisis de la investigación criminal:
Aplicado todo esto a la práctica, el análisis espacial del delito forma parte del análisis de investigación criminal, el cual cuenta como técnica de apoyo principal con el perfil criminológico. La investigación criminal, López y Gómez (2000) la significan como la aplicación de diferentes recursos, métodos y procesos proporcionados por la ciencia al ámbito policial, con la finalidad de conocer la existencia de un delito y su autor; especialmente útiles son los conocimientos de criminología y psicología para explicar el comportamiento humano. Con la perfilación criminal, se pueden utilizar las evidencias físicas, comportamentales y psicológicas que deja el agresor en la escena del crimen y en la víctima para conocer entre otras cosas las características, motivaciones y comportamientos del autor del delito; y será más efectivo cuando se repitan patrones de comportamiento en diferentes escenas del crimen.
La perfilación criminológica, de fundamentación científica e interés relativamente reciente pero con antecedentes en cuanto a su propósito, necesita para su validez abordar correctamente cinco tareas: la descripción de las características más probables del criminal, la valoración de la probabilidad de reincidencia y la medición del riesgo en tiempo, la vinculación entre crímenes similares estén o no resueltos y archivados, la sinergia el en tratamiento del crimen con los comunicados que realizan los medios de información, y en lo que aquí interesa, la estimación del área más probable de residencia del criminal y de su área de actuación. Dada la importancia que se le atribuye a esta última tarea, el FBI junto a expertos en criminología incluyó la realización de un perfil geográfico del delito como un subtipo de análisis delictual de investigación; lo consideró un concepto clave junto a otros como la escena del crimen, el modus operandis y la firma, y la victimología (Garrido Genovés y López, 2006). Con su implementación como herramienta dentro de la criminología y la psicología ambiental, estos investigadores esperaban profundizar en el mapa mental del agresor, lo cual, unido a la restante información, ofrecería un perfil todavía más riguroso del delincuente.
El nacimiento de un subtipo de análisis de investigación criminal:
El sustento teórico del perfil se basa en el constructo de ‘mapa mental’ o ‘mapa cognitivo’, que como señala Milgram (1977, citado por Boira, 1992), infiere el dibujo que se hace una persona en su mente con respecto a lugares que tienen alguna importancia en su racionalidad o que tienen una carga emocional para ella. Este mapa se va desarrollando con la experiencia del individuo con su entorno y es el que le ayuda a desenvolverse y desplazarse por el territorio.
El antecedente histórico más importante tanto en la historia de perfiles criminales como en el de perfiles geográficos lo constituye la resolución de una serie de violaciones en cadena cometidos en Scotland Yard, Reino Unido, en 1985: Canter (1994) puso en práctica métodos de psicología ambiental y experimental para desarrollar un perfil que acabó por propiciar la identificación del autor de los delitos y por facilitar su captura mediante la determinación de su localización geográfica. En España, la aplicación pionera de este perfil se le atribuye a Stangeland (Stangeland y Hernández Sánchez, 2002), quien logró la detención y acusación del autor de una serie de violaciones cometidas en Málaga entre 1997 y 2002.
Dado el potencial investigador de esta herramienta, el Departamento de la Policía de Vancouver fundó en 1995 el primer Departamento de Perfil Geográfico, y desde entonces, servicios policiales como Scotland Yard, el FBI, el Departamento de Policía de Nueva York y la Policía Real Montada Canadiense han buscado sus servicios.
Determinación de los instrumentos de los que se sirve, de los elementos que lo integran y del proceso de análisis espacial que lleva a cabo
Herramientas para su realización:
Hoy generar un perfil de tipo geográfico supone al mismo generar cartografía digitalizada, un medio de representación y visualización de la tasa delictiva o la serie de crímenes ocurridos por área. Cuando se tenga acceso a bases de datos en las que consten las ubicaciones del suceso, será posible analizar la concentración y la distribución geografía del delito, poner en relación dicho fenómeno con aspectos como la estructura sociodemográfica, urbanística y geográfica de la ciudad o con factores como aquellos de tipo físico, urbano, geográfico y social, y así mismo permitirá estudiar los patrones de movilidad de concretos delincuentes y los problemas sociales de concretas zonas.
Antes, la confección de esta cartografía como instrumento de análisis del crimen se basaba únicamente en la colocación de alfileres de uno o varios colores en un mapa en papel, mapas que fueron ampliamente usados por la Policía de Nueva York desde 1900 (Harries, 1999) y que presentaban numerosos inconvenientes: esta labor manual se volvía ardua y tediosa, se perdía información cuando se actualizaban los hechos delictivos, no se podían conservar ni almacenar los mapas, no se podían mostrar simultáneamente varias categorías de delitos, y finalmente los mapas resultaban estáticos.
Su digitalización se hizo posible gracias a la aparición y desarrollo de los llamados ‘Sistemas de Información Geográfica’ o ‘SIG’ (Geographic Information Systems o GIS en la literatura anglosajona) desde la década de los años 80. Su comercialización fue posible con el abaratamiento de los precios de ordenadores, de los dispositivos de impresión y de los mapas digitalizados, y con el paso del tiempo, en los últimos años, ha crecido exponencialmente su uso (Vozmediano y San Juan, 2006). Los SIG son los sistemas informatizados capaces de mantener y explotar datos con localizaciones exactas en una superficie terrestre, los sistemas que permiten la captura, almacenamiento, manipulación, análisis, gestión y visualización de información georreferenciada para uso propio o para ser compartido. Tales sistemas integran un hardware, un software comercial o de acceso libre, datos alfanuméricos y geográficos expresados en coordenadas terrestres, métodos y procedimientos, usuarios y componente humano. Estos sistemas aúnan cálculo y diseño, ciencia y arte, para producir la información deseada y facilitar la interpretación del mapa en un formato de presentación adecuado al público destinatario. Utilizan para estos fines múltiples fuentes de datos: generales y específicas, espaciales y temáticas, e incluso servicios de telefonía móvil; y pueden complementarse con otras técnicas como la teledetección, los GPS, las telecomunicaciones y la fotogrametría.
Los SIG hacen funcionar la técnica geográfica principal de este perfil, ‘el Punto Geográfico Criminal’ (Criminal Geographic Targeting o CGT en la literatura anglosajona), un sistema computarizado con información espacial que entre otras cosas muestra las superficies o áreas de peligro con altura y códigos que estiman la probabilidad y que al sobreponerse en un mapa de área señalan el área más probable de residencia o trabajo del delincuente. De otro lado, algunas de las posibilidades que ofrecen estos sistemas son el cálculo del ‘índice del vecino más próximo’ (Nearest neighbor index o NNI en la literatura anglosajona) y el ‘análisis de puntos calientes o hotspots’, los cuales registran agrupaciones e intensidades de conjuntos de datos delictivos respectivamente. Los mapas delictuales confeccionados pueden ir desde simples mapas de puntos hasta representaciones tridimensionales espaciales o temporales.
Los procesos para los que se pone en marcha esta herramienta y que forman parte de esa cartografía digitalizada son los ‘mapas delincuenciales’ y ‘los mapas del delito’; ambos necesitados de datos geográficos geocodificados que hayan sido generados con algoritmos propios de sistemas SIG. Los primeros tienen por objeto iniciar un análisis espacial de los problemas de la delincuencia y los problemas que afectan a la seguridad para, con la interpretación que se efectúa, promover estrategias preventivas (Boba, 2005; Weisburd & McEwen, 1998); y los segundos, mapas posicionales de delitos conocidos y denunciados, se enfocan en ubicar los delitos en zonas acotadas en tiempo y espacio obviando el significado criminológico que puedan encerrar. Los primeros, que son los que proporcionan los resultados en la investigación criminal y que dan pie al llamado Crime Mapping, pueden ser de cinco tipos según su tratamiento y representación por los medios informáticos (Boba, 2005): mapas delincuenciales con solo símbolos, mapas zonales, mapas graduados, mapas gráficos y mapas de densidad.
Procesos para su materialización:
Para la elaboración del perfil geográfico, la cuestión principal que no se debe perder de vista es que dicha técnica esencialmente hace uso de la naturaleza no aleatoria del comportamiento criminal, presuponiendo que la mayoría de crímenes guardan relación entre sí.
Partiendo de esta premisa, el perfil consta de un número determinado de procedimientos operativos: el examen de los archivos del caso (declaraciones de testigos, reportes de autopsias y perfiles psicológicos), la inspección de la escena del crimen, la discusión de estas cuestiones con otros investigadores, el análisis de las estadísticas locales del crimen y de la información demográfica, el estudio de los mapas de calles y de la distribución de vías rápidas, y la realización de un informe y un análisis global. Para la parte empírica del trabajo una vez se tienen los datos, en cualquier investigación se observa como el proceso parte de dos grandes etapas:
  • En primer lugar, analizar la distribución espacial de los hechos delictivos cometidos por delincuentes y sus lugares de residencia, explorando la posible existencia de patrones de agrupación y la relación que pueda haber entre ellos.
  • En segundo lugar, analizar el carácter de los desplazamientos seguidos por un delincuente, valorando cual es la relación entre la distancia recorrida desde el lugar de residencia o la zona de operaciones hasta la escena del crimen donde ocurre el suceso, y considerando variables relevantes vinculadas tanto con el hecho delictivo como con el delincuente.
Elementos que componen el perfil o son fundamentales en su realización:
Estas variables, referidas tanto al crimen como al ambiente, Rossmo (2000) estima que son de necesaria determinación para crear un perfil geográfico. Él enumera doce tipos de elementos: la localización de los crímenes, el tipo de criminal, el estilo de caza, la selección de objetivos, las carreteras y vías de acceso, el transporte público, los obstáculos físicos y psicológicos, la zona, las características demográficas del vecindario, las rutinas de la víctima, las singularidades y los desplazamientos. Con ellos responde a una serie de preguntas: ¿por qué opta por esa víctima en ese lugar concreto?, ¿por qué elige esa zona?, ¿cómo ha llegado hasta el lugar que se convierte en escena del crimen?, ¿qué características tiene la ruta seguida?, ¿qué le ha podido atraer de ese lugar y que relación puede tener con él?, cuáles serían los patrones geográficos en un caso de crímenes en serie?, ¿cómo se produce la salida de la escena del crimen y qué característica tiene dicha vía de escape?, ¿es el lugar un ambiente propicio para ese tipo de conductas delictivas?, ¿hay indicios de que la víctima ha sido trasladada desde un lugar diferente a la escena del crimen?, ¿qué tipo de transporte puede haber empleado para desplazarse?
En algunos de estos elementos relevantes para el análisis de investigación criminal de la actividad espaciotemporal de los delincuentes seriales se debe profundizar con objeto de proseguir en la exploración y estudio de la técnica. Dentro del modelo de análisis de un perfil geográfico son relevantes:
  • El tipo del lugar del crimen: Dicho elemento refiere el estudio conjunto de la escena del crimen y el lugar.
  • Las rutas de acceso y salida: Dicho elemento precisa de un examen extenso para resolver el camino de acceso y/o las confluencias al lugar de la escena del crimen y para definir las características fundamentales de las mismas (tipo de terreno, circunstancias físicas, funcionalidad, etc.).
  • Los límites físicos y psicológicos: Los límites físicos son los que impiden la acción criminal, la dificultan o provocan el desistimiento de la intención criminal de un individuo; los límites psicológicos son los que lo impiden, dificultan o le hacen desistir en razón de su estado mental, moral, religioso, etc.
  • El uso del terreno: Dicho elemento se construye sobre la base de cuatro aspectos básicos: que sea visible, escondido, poblado o despoblado; aspectos éstos que son potencialmente interrelacionables.
  • La demografía del vecindario: Dicho elemento quiere constatar las características sociodemográficas de los residentes del área en el que se define una escena del crimen (edad, sexo, raza, actividad económica, ideología, etc.)
  • Las actividades rutinarias de las víctimas: Dicho elemento pretende resolver cual era la relación entre delincuente y víctima, disponiendo si éstos eran conocidos o desconocidos previo al hecho delictivo.
  • El fenómeno del desplazamiento: Dicho elemento espacial es uno de los más significativos para estimar el comportamiento del delincuente, elemento que debe ser estudiado con cautela por su prestación a variación y/o evolución en el tiempo en que se comete una serie de crímenes por el autor desconocido, hecho que se justifica por la confianza y experiencia que va adquiriendo éste. En cualquier caso, el desplazamiento geográfico es aquel elemento que identifica los cambios en movilidad que realiza el delincuente entre sus escenarios delictivos (escena de punto de contacto, escena primaria, escena secundaria, escena intermedia, lugar de abandono del cadáver…) siguiendo un orden cronológico entre los delitos, movilidad que sucede a raíz de las acciones de investigación de la policía y de la difusión de los crímenes en los medios de comunicación. Se pueden modificar entre otros aspectos durante el transcurso de los delitos el radio de acción y el modus operandis.
En lo que respecta a los datos espaciales con los que el perfil funciona, son igualmente útiles aquellos categorizados temáticamente como cuantitativos, y aquellos otros categorizados como cualitativos. En este sentido el perfil geográfico dispone de tales componentes: el componente cuantitativo u objetivo que usa técnicas geoespaciales y algoritmos matemáticos como herramientas de producción de datos, y el componente cualitativo o subjetivo que consiste en la reconstrucción e interpretación del mapa mental del agresor y en el análisis de su comportamiento geográfico. El dato geográfico en el conjunto de ambos referirá tres aspectos: cuándo (momento expresado en fecha y hora), dónde (lugar expresado en coordenadas) y qué (atributos de la acción).
Aplicaciones criminológicas que tiene este proceso de investigación
Aplicaciones del perfil geográfico:
El perfil geográfico se distingue de otros perfiles y otras herramientas de investigación del crimen por permitir el análisis de los aspectos geográficos de la delincuencia y por identificar configuraciones, patrones y tendencias entre datos con atributos espaciales. Sirve como medio para la organización de diferentes tipos de información sobre el problema delictivo, tanto cuantitativa como cualitativa, los cuales ayudan en conjunto a construir información crítica sobre las oportunidades y límites en el uso de los mapas de localización geográfica, que en última instancia recomienda el diseño y apoyo de unas políticas de prevención y control del delito u otras.
Disponiendo que el perfil geográfico es utilizado principalmente para priorizar entre múltiples sospechosos seleccionados la identidad de delincuentes de tipo serial, en esta finalidad la investigación permite una serie de acciones beneficiosas tanto para el caso particular de los hechos recientes como para la definición de tendencias generales en el futuro: el apoyo o asistencia a los cuerpos de policía en la detención del delincuente, la reducción de la lista de sospechosos en base a resultados estadísticos expresados en términos de probabilidad, la predicción de futuros sucesos que pueden ser de utilidad para detectar y evitar su materialización, y la determinación del lugar de residencia o zona de operaciones del delincuente que puede ayudar a su localización y posterior captura.
Además de lo anterior, está técnica habilita a los analistas y criminólogos a elaborar un perfil psicosocial del delincuente desconocido y un perfil psicoambiental del escenario físico y social en que muchos delincuentes, no necesariamente seriales, llevan a cabo un tipo específico de delito: a probar análisis de vinculación entre crímenes; a comprender los procesos de iniciación en la actividad delictiva; a relacionar la información obtenida del estudio victimológico, del estudio de criminalística y del estudio de la escena del crimen en un caso concreto con los factores geográficos que lo caracterizan (tipo de lugar del crimen, características del área que lo integra, rutas de acceso y salida, etc.); y a diseñar efectivas partidas de presupuestos de los agentes de seguridad encargados de defender el orden para resolver así los problemas de escasez de recursos que minimizan el tiempo y los esfuerzos para identificar patrones en incidentes delictivos.
En todo caso, y hablando de forma más amplia, lo que se estima de este perfil es que sirve de herramienta para auxiliar a la Criminología, y particularmente a la Criminología Ambiental, en la realización de estrategias e intervenciones preventivas. Por sí solo no es un procedimiento capaz de resolver los problemas de control o prevención del delito en un determinado territorio (Linares y Lan, 2007), pues dicho perfil debe surgir solo de un perfil criminal completo (Rossmo, 1997), es un sistema de apoyo, una técnica de análisis complementaria o paralela al perfil psicológico desarrollada con la sistemas SIG. Ahora bien, si se utilizan al máximo sus posibilidades, la información resultante puede ser de gran utilidad para el análisis del delito y para la toma de decisiones práctica en las estrategias de su prevención.
Aplicaciones de los análisis espaciales del delito en general:
El proceso de utilizar estos sistemas para un análisis espacial de los problemas de delincuencia, el llamado mapa delincuencial, tiene también una serie de usos prácticos o aplicaciones operativas en el ámbito de la reducción de la delincuencia (Chainey & Ratcliffe, 2005): identifica problemas y revela patrones y tendencias delictivos, optimiza la distribución de los recursos humanos y de equipamiento de los cuerpos policiales, apoya la sesión informativa de los agentes de policía operativa, identifica puntos calientes del delito para la focalización, implementación y asignación de respuestas efectivas, ayuda a entender la distribución del delito y los mecanismos y dinámicas de los generadores de las actividades delictivas, señala cuáles son los grupos de población vulnerables ante un delito, hace un seguimiento del impacto de las iniciativas realizadas por los agentes de seguridad, facilita la toma de decisiones en materia de inseguridad ciudadana y comunica las estadísticas de delitos públicos y las iniciativas propuestas para hacerles frente. Es complementario a casi todas las formas de análisis de delincuencia: análisis delictual táctico, estratégico y administrativo.
Aplicaciones de las herramientas que dan forma al perfil:
Si se habla del instrumento que en los últimos años ha hecho avanzar este tipo de investigaciones, los SIG, las operaciones típicas que realiza son innumerables: hace inventarios; permite la representación geográfica de los datos del delito (en formato 3D, en forma de mapas interactivos y animados, en formato electrónico, etc.), hace búsquedas espaciales, temáticas y compuestas; realiza análisis de distancias y accesibilidades, de rutas óptimas y de vecindad; y lleva a cabo álgebra de mapas y superposiciones basadas en lógicas booleanas entre otros acciones. Si bien sus aplicaciones tradicionales han ido dirigidas a los ámbitos de los recursos naturales, las infraestructuras, la demografía, el empadronamiento y la ordenación del territorio; con el desarrollo al que han llegado hoy en día facilitan las investigaciones sobre geomarketing, salud, location-based services, inmobiliaria, y en lo que aquí interesa, el análisis y prevención del crimen, lo que incluye: la realización de patrones espacio-temporales, la discriminación espacial, el estudio de hotspots, la confección de modelos predictivos y estrategias para la seguridad en la carretera y en los vecindarios, el seguimiento de órdenes de alejamiento, la planificación y localización de servicios, el reconocimiento facial y el seguimiento por videocámaras entre otros.
Desarrollos teóricos tras la implementación de la técnica
Igual de importante es contar con el material geográfico resultante de la parte empírica de una investigación como utilizar esta información para comprender el fenómeno o evento criminal. Las interpretaciones que se han hecho hasta la fecha han sido de enorme interés, y respecto a ellas, cabe significar los siguientes trabajos:
  • Canter y Larkin (1993) propusieron dentro de la investigación en psicología ambiental la Teoría o Hipótesis del Círculo. Según la misma, los lugares del crimen estarán relacionados con el domicilio del criminal, su base de operaciones o lugares emocionalmente significativos para él, y uniendo los lugares más alejados entre los crímenes de una serie, el diámetro del círculo resultante establecería estos espacios. Distinguen dos modelos criminales, el del ‘merodeador’ y el del ‘viajero’ (llamados marauder y commuter en la literatura anglosajona) en función de los desplazamientos realizados para cometer cada uno de los crímenes en una serie. Como conclusiones alcanzadas, Canter (2000, citado en Turvey, 2012) estimó que ‘‘el modelo del merodeador asume que el criminal estudiara desde su casa (o base), para efectos de cometer los delitos, mientras que el viajero cubrirá cierta distancia desde su ubicación original antes de comenzar su actividad criminal’’.
  • Rossmo (2000) por su parte habló de los conceptos de ‘principio de decaimiento de distancia’ ‘zona de protección o área de confort’ (llamados buffered distance-decay y buffer zone en la literatura anglosajona). Por principio de decaimiento de la distancia, entendió el fenómeno por el que el desplazamiento para cometer los crímenes aumenta y en consecuencia su frecuencia disminuye por razón de la inseguridad y el riesgo que sufre el delincuente particular y que le hace buscar objetivos más seguros. Por zona de protección, entendió la distancia alrededor del área próxima a la residencia o base de operaciones del delincuente que éste deja libre de sus crímenes para evitar ser reconocido por víctimas y testigos.
  • Por otra parte, dentro de esas habilidades que acompañan al perfil geográfico, y tomando en consideración los múltiples desarrollos teóricos que interpretan los resultados, es posible establecer categorías delictivas de víctimas y delincuente implicados en la acción. En relación, Rossmo (1995) por ejemplo describe cuatro tipos de criminales que se diferencian entre sí por sus movimientos geográficos y por el tipo de víctimas que circulan y que interactúan en los espacios de movilidad elegidos por el delincuente:
  • ‘El cazador’ (Hunter en la literatura anglosajona), quien busca a sus víctimas en los espacios próximos a su vivienda.
  • ‘El cazador furtivo’ (Poacher en la literatura anglosajona), quien se desplaza a un área específica diferente al área en el que se sitúa su vivienda.
  • ‘El pescador’ (Troller en la literatura anglosajona), quien delinque en una zona donde lleva a cabo sus actividades rutinarias (espacio de ocio, de trabajo, de compra de productos básicos, de práctica de actividades deportivas, etc.)
  • ‘El trampero’ (Trapper en la literatura anglosajona), quien aprovecha las circunstancias y oportunidades, así como sus habilidades manipuladoras, para provocar que la víctima acuda al punto de anclaje donde tiene previsto cometer el delito.
Rossmo (1994) expone que la geografía juega un papel muy importante en la selección de la víctima. Según indica, la ubicación geográfica influye en la selección del lugar más apropiado, ello al obligar al delincuente a cuestionarse la adecuación, familiaridad, comodidad y disponibilidad de las rutas de huida del lugar en el que prevé iniciar el ataque.
Conceptos relacionados
Criminología ambiental, prevención situacional del delito, investigación criminal, disciplina, cartografía digitalizada, SIG, hotspots, análisis, Criminal Profiling, Crime Mapping, oportunidad, patrón delictivo, desplazamiento, asesino en serie, delitos violentos, delitos sexuales, mapa cognitivo, mapa delincuencial.
Temas relacionados
Criminología ambiental: resultado del encuentro entre un criminal motivado para cometer un delito, que se rodea de objetivos delictivos potenciales en momentos específicos del espacio y el tiempo.
Inseguridad subjetiva: sensación que tiene cada persona de la posibilidad de ser víctima de un delito.
Teorías de la oportunidad: estas teorías buscan explicar el contexto generador de oportunidad y facilitador del delito.
Escuela de Chicago: referente de los modelos ecológicos, formada por sociólogos urbanos durante 1920-1932.
Prevención Situacional del Delito: este enfoque se centra en conocer las circunstancias en las que se delinque y en reducir las oportunidades para el delito.



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