Lograr altos niveles de seguridad requiere de apoyo mutuo entre población y policía. En lugar de estigmatizarlos, debemos organizarnos por el bien de nuestro futuro.
Es muy lamentable que a pesar de estar viviendo en pleno siglo XXI y considerarnos como gente civilizada, diariamente seamos testigos o protagonistas de escenas de violencia en contra de personas que, lejos de merecer nuestro desprecio, merecen todo nuestro respeto y aprecio: los y las policías.
Resulta increíble el observar que los uniformados son agredidos de manera verbal y física por personas que, sin ser delincuentes hasta ese momento, pero inconformes con su intervención o actuación ante situaciones, incluso menores tales como una infracción de tránsito, los han llegado a lesionar, linchar o hasta asesinar.
A pesar de que la percepción de la gente se nutre de su experiencia, quizá la razón del esprecio y tal tipo de reacciones se deba más al estigma social que hemos provocado por el rechazo a la policía al considerarla inepta, abusiva o corrupta.
Si bien es cierto que algunos policías son ineptos, abusivos y/o corruptos, resulta asimismo cierto que no todos son así.
Debemos reconocer, incluso, que la corrupción la provocamos en buena medida la ciudadanía y que, el hecho de generalizar y estigmatizar, además de ser un grave error, nos provoca un gran daño al alejarnos de quienes nos deben servir y proteger.
Cuando “un policía” incurre en algún abuso, debemos denunciarlo para que todo el peso de la ley recaiga sobre de él, no obstante, la realidad es que ni lo denunciamos y en nuestra mente dejamos simplemente el hecho de que sufrimos abuso por parte, no de un policía, sino de “la policía”.
Las generalizaciones en todo sentido no son buenas pues se estigmatiza a las personas, genera encono, odio y hasta las criminaliza.
Así como molestan y ofenden las afirmaciones, de algunos, que dicen que los pobres son los que roban, que las fortunas de todos los ricos son mal habidas o que todos los políticos son corruptos, el decir que toda la policía es mala resulta francamente estúpido y absurdo.
Valdría la pena el poder observar de cerca, además de su gran vocación, el orgullo de identidad y pertenencia que poseen la gran mayoría de los policías a sus grupos y reconocer que tal y como están las cosas, son verdaderos héroes al salir todos los días a trabajar a las calles, sin tener la certeza de regresar sanos y salvos.
Debemos entender que no podremos avanzar en materia de seguridad sin ir de la mano de los policías, que en la medida en la continuemos con esa desconfianza, animadversión y odio hacia ellos, nos estaremos alejando de cualquier objetivo de bienestar y seguridad que tengamos.
Ojalá que lejos de continuar estigmatizándolos, nos propusiéramos reivindicarlos, rompiendo ese paradigma negativo que tenemos y reconociéndolos como nuestros aliados estratégicos, respetándolos y motivándolos, pero a la vez observándolos, supervisándolos y auditándolos.
Queramos o no es preciso reconocer que, para nuestra seguridad como población, necesitamos el apoyo de la policía y la policía necesita, urgentemente, el apoyo de los ciudadanos.
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