Inseguridad: mea culpa

Un problema social suele atenderse desde múltiples aristas, definiendo acciones y objetivos a alcanzar. Dejar de medir sólo origina echar culpas unos a otros.

En las últimas dos décadas hemos oído innumerables lamentos por el dolor provocado por la violencia y la delincuencia, no obstante, no hemos escuchado voces que admitan responsabilidad o culpa alguna sobre la situación de inseguridad que prevalece y que, se diga lo que se diga, no tiene para cuando acabar.

Quizá jamás las escucharemos pues nadie ha querido ni querrá cargar con la culpa de asumirse, históricamente, como responsable de uno de los periodos más dolorosos, sangrientos y devastadores, en términos sociales, del país.

Aunque, si reflexionamos al respecto, ¿quién o quiénes, de frente al fenómeno de la inseguridad, deberían pronunciar las palabras: mea culpa?

¿Podrían asumir la culpa los gobernantes por haber desarrollado, lejos de un sistema político basado en la Constitución, un sistema parasitario que generó en el país una cultura excelsa de la corrupción y que en su codicia incluyó al narcotráfico como parte de su misión?

O mejor, ¿que asuman la culpa los secretarios de las distintas instancias de seguridad por su incapacidad y negligencia para implementar estrategias y controles efectivos reclutando, capacitando y equipando personal con un nivel de excelencia que los blindara para no coludirse con la delincuencia?

¿Culpables serían los responsables del sistema de justicia penal que a pesar del paso del tiempo no logra ser ni sistémico, ni justo ni punitivo?

¿Acaso asumirían la culpa los “empresarios” que, producto de la simulación y colusión, no solo se han adjudicado cientos de miles de procesos de licitación para robar vil y descaradamente el presupuesto de las distintas dependencias de seguridad, sino que además han servido para lavar y sacar del país el dinero robado?

¿Serían culpables los monopolios, oligopolios y los grupos privilegiados de empresarios que, a pesar de haber amasado innumerables fortunas, perdieron de vista que tenían el compromiso de desarrollar equitativamente a la sociedad?

¿Tendrían culpa los medios de comunicación que, a pesar de su enorme potencial educativo, se han dedicado a entretener y vender estereotipos sociales inalcanzables para nuestra sociedad, ofrecer información amañada para el poder y, en aras del “rating”, hacer apología del delito en sus series y programas?

¿Podrían culparse, en alguna medida, a los profesionales y “expertos” de seguridad, quienes pese a su gran experticia no han contribuido de manera sustancial al combate del fenómeno en términos reales?

¿Quizá deberían reconocer su culpa los encargados de la educación en el país por no lograr una educación de calidad inculcando a los alumnos, al menos, el orden, la limpieza y el respeto a los demás?

¿Deberíamos de reconocer nosotros mismos nuestra culpa como parte de una comunidad social, de no disfrutar el buen vivir por no saber, siquiera, convivir con los demás y lejos de acercarnos, nos hemos ido encerrando en ambientes exclusivos pero excluyentes?

¿Asumirían la culpa todos aquellos padres de familia que no supieron educar y formar hijos con principios y valores, o conformar hogares donde la violencia no estuviera de alguna manera presente?

Quizá esa “mea culpa” la pronunciará, si acaso, cada uno en su acto de contrición, no obstante, de nada nos servirá el arrepentimiento, es preciso entrar en acción, dejar de señalar culpables, reconocer todas nuestras carencias y abocarnos a colaborar y trabajar para recuperar la paz y la tranquilidad que anhelamos y merecemos.

Ante el fenómeno de la inseguridad, tal vez jamás escucharás las palabras “mea culpa”, pero para revertirla, sería muy valioso el que te pronunciaras a ti mismo estas otras: “la seguridad es mi responsabilidad”.


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