Estamos escribiendo esta carta tras haber vivido un año sin precedentes.
Hace dos décadas creamos una fundación centrada en la salud mundial porque
queríamos utilizar los beneficios generados con Microsoft para mejorar la vida
del mayor número posible de personas. La salud es la piedra angular de cualquier
sociedad próspera. Si la salud de uno está comprometida —o si uno teme contraer
alguna enfermedad mortal— es difícil concentrarse en otra cosa. Mantenerse en vida
y en buena salud se vuelve una prioridad al detrimento necesariamente de todo
lo demás.
Este ultimo año muchos de nosotros hemos vivido en carne propia esta realidad por
primera vez. Ahora nos planteamos las cosas de forma diferente al tomar cualquier
decisión y nos preguntamos cómo minimizar el riesgo de contraer o contagiar la
COVID-19.
Es probable que haya epidemiólogos que estén leyendo esta carta, pero pensamos
que la mayor parte de las personas este último año se han visto obligadas a reorientar
sus vidas en torno a conceptos totalmente nuevos como el “distanciamiento social”,
el “aplanamiento de la curva” o el “R0” de un virus. (Y dirigiéndonos al epidemiólogo
que esté leyendo estas líneas, apostamos que nadie está más sorprendido que usted
de vivir en un mundo en el que su compañero Anthony Fauci aparece en la portada
de la revista InSyle).
Cuando redactamos nuestra última Carta Anual, el mundo estaba apenas
empezando a comprender lo grave que podía volverse una nueva pandemia de
coronavirus. Si bien nuestra fundación se había visto concernida desde hace tiempo
por el espectro de una pandemia —sobre todo después de la epidemia de Ébola en
África occidental— nos asombró sobremanera ver cuán drásticamente la COVID-19
ha trastocado las economías, los empleos, la enseñanza y el bien estar por todo
el mundo.
Tan solo pocas semanas después de haber oído por primera vez la palabra
“COVID-19” cerrábamos las oficinas de nuestra fundación y nos uníamos a miles
de millones de personas por todo el mundo, adaptándonos a formas de vivir
radicalmente diferentes a las que conocíamos. Nuestros días se transformaron
en una confusión de videoconferencias, noticias preocupantes y comidas que
recalentábamos en el microondas.
Sin embargo, las adaptaciones que ambos hemos realizado no son nada comparadas
con el impacto que la pandemia ha tenido en la vida de otras personas. La COVID-19
ha cobrado vidas, enfermado a millones de personas y llevado a la economía
mundial a una devastadora recesión. 1.500 millones de niños han perdido tiempo
de escolaridad y puede que algunos nunca vuelvan a las aulas. Los trabajadores
esenciales están haciendo trabajos imposibles corriendo y haciendo correr a sus
familiares grandes riesgos. El estrés y el aislamiento han provocado impactos de
amplio alcance en la salud mental. Las familias en todos los países han tenido que
renunciar a tantos momentos trascendentales de la vida —graduaciones, bodas,
incluso funerales. (Cuando el padre de Bill falleció el pasado septiembre, se hizo aún
más doloroso por el hecho de que no pudimos reunirnos todos para llorar
su pérdida.)
Fuente: Oxford COVID-19 Government Response Tracker, a través de Our World in Data.
Puede que haya diferencias de políticas a nivel subnacional. Se ha indicado “Requerido (solo en algunos niveles)”
si en dichos países algunas regiones subnacionales requirieron los cierres.
Quedarán grabados en la historia estos últimos dos meses como los momentos más
dolorosos de toda la pandemia. Pero brilla un rayo de esperanza en el horizonte. Si
bien nos queda mucho camino por recorrer hasta que logremos recuperarnos, el
mundo ha logrado grandes victorias frente el virus al poner a punto nuevas pruebas,
tratamientos y vacunas. Estamos convencidos de que estas nuevas herramientas
pronto empezarán a flexionar la curva de forma rotunda.
El momento en el que nos encontramos nos recuerda una frase de Winston
Churchill. En el otoño de 1942, pronunció un famoso discurso que marcó una
victoria militar que creía que sería un punto de inflexión en la guerra contra la
Alemania nazi. “Esto no es el final”, advirtió. “Ni siquiera es el principio del final.
Pero quizás sea el final del principio.”
BILL:
Lo echo de menos
cada día.
CARTA ANUAL 2021 4
Por lo que a la COVID-19 se refiere, somos optimistas y pensamos que se está
acercando el final del principio. También somos realistas y sabemos lo que se ha
necesitado para llegar aquí: se ha desplegado el mayor esfuerzo de la historia de
la humanidad en materia de salud pública, en el que se han visto involucrados
legisladores, investigadores, trabajadores de la salud, líderes empresariales,
organizadores comunitarios, comunidades religiosas, y muchos más actores que
cooperan de manera novedosa.
Ese tipo de esfuerzo compartido es importante, porque en una crisis global como la
actual, uno no quiere que las empresas tomen decisiones impulsadas por un afán de
lucro o que los gobiernos actúen con el objetivo limitado de proteger únicamente a
sus propios ciudadanos. Se necesita a muchas personas y que haya una conjunción
de intereses obrando de buena voluntad para que toda la humanidad se vea
beneficiada.
La filantropía puede ayudar a facilitar esa cooperación. En la medida en que nuestra
fundación lleva décadas trabajando sobre enfermedades infecciosas, tenemos
relaciones sólidas y duraderas con la Organización Mundial de la Salud, con
expertos, con gobiernos y con el sector privado. Y como nuestra fundación se centra
específicamente en los desafíos que enfrentan las personas más desfavorecidas del
mundo, también comprendemos la importancia de garantizar que el mundo también
tome en consideración las necesidades específicas de los países de bajos ingresos.
Hasta la fecha, nuestra fundación ha invertido 1,750 millones de dólares en la lucha
contra la COVID-19. La mayor parte de esa financiación se ha destinado a producir y
adquirir suministros médicos esenciales. Por ejemplo, apoyamos a los investigadores
que desarrollan nuevos tratamientos contra la COVID-19, incluidos los anticuerpos
monoclonales y trabajamos con socios para garantizar que estos medicamentos se
formulen en formatos fáciles de transportar y usar en los lugares más pobres del
mundo con el fin de que todo el mundo en todas partes pueda beneficiarse de ellos.
También venimos apoyando los esfuerzos para encontrar y distribuir vacunas
seguras y efectivas contra el virus. Durante las últimas dos décadas, nuestros
recursos respaldaron el desarrollo de 11 vacunas que han sido certificadas como
seguras y efectivas, y nuestros socios aplican las lecciones que hemos aprendido al
desarrollo de vacunas contra la COVID-19.
Es posible que en el momento en que lea usted esta carta, usted mismo o alguien que
conoce ya haya recibido la vacuna contra la COVID-19. El que estas vacunas ya estén
disponibles es para nosotros bastante notable —sobre todo si se toma en cuenta el
hecho de que el virus de la COVID-19 era un patógeno prácticamente desconocido a
principios de 2020 y si se considera lo riguroso que es el proceso para demostrar la
seguridad y eficacia de una vacuna. (Es importante que las personas comprendan
que, si bien estas vacunas han sido desarrolladas en un plazo muy reducido, tenían
que cumplir no obstante con unas pautas estrictas antes de ser aprobadas.)
Una residente de un geriátrico en Nueva York recibe una vacuna contra la COVID-19. Spencer Blatt/Getty Images
Ningún país o empresa podría haber logrado esto solo. Los financiadores de todo
el mundo juntaron recursos, los competidores compartieron los resultados de la
investigación y todos los involucrados tuvieron una ventaja gracias a muchos años
de inversión global en tecnologías que han ayudado a abrir una nueva era en el
desarrollo de vacunas. Si el nuevo coronavirus hubiera aparecido en 2009 en vez de
en 2019, el camino hacia una vacuna habría sido mucho más largo.
Por supuesto, crear vacunas seguras y efectivas en un laboratorio es solo el comienzo
de la historia. El mundo necesita miles de millones de dosis para proteger a todas
las personas amenazadas por esta enfermedad, por ello ayudamos a los socios a
plantearse la fabricación de vacunas a la vez que se realizaba su desarrollo (un
proceso que generalmente ocurre de forma secuencial).
Ahora, el mundo tiene que hacer llegar esas dosis a todas las personas que las
necesitan —empezando por los trabajadores sanitarios de primera línea y otros
grupos de alto riesgo. Nuestra fundación ha trabajado en el pasado con fabricantes
y socios para entregar otras vacunas a bajo costo y a gran escala (incluyendo a 822
millones de niños en países de bajos ingresos a través de Gavi, la alianza para la
vacunación), y estamos haciendo lo mismo con la COVID-19.
Nuestra fundación y sus socios se han adaptado también para enfrentar los desafíos
de la COVID-19 de otras maneras. Cuando nuestro amigo Warren Buffett donó
prácticamente toda su fortuna para duplicar los recursos de nuestra fundación
en 2006, nos instó a mantenernos enfocados en los problemas que desde siempre
han sido la base de nuestra misión. Abordar la COVID-19 fue una parte esencial de
cualquier trabajo de salud mundial en 2020, pero no ha sido nuestro único objetivo
durante el último año. Nuestros colegas siguen progresando en todas las áreas de
nuestro programa.
El equipo encargado de la malaria ha tenido que repensar cómo distribuir
mosquiteros en un momento en que ya no es seguro organizar un evento masivo
para entregarlos a un gran número de personas al mismo tiempo. Estamos
ayudando a los socios a comprender el impacto que la COVID-19 tiene en las mujeres
embarazadas y en los bebés y nos aseguramos de que siguen recibiendo servicios
Una residente de un geriátrico en Nueva York recibe una vacuna contra la
COVID-19. Spencer Blatt/Getty Images
BILL:
Por este motivo
algunas personas
consiguieron
recibir la vacuna
contra la COVID-19
en cuanto fue
aprobada por
la FDA.
MELINDA:
Y de que las
mujeres que no
desean quedarse
embarazadas sigan
teniendo acceso a
anticonceptivos.
CARTA ANUAL 2021 6
de salud esenciales. Nuestros socios educativos están ayudando a los profesores a
adaptarse a un mundo donde su ordenador portátil se ha transformado en su aula.
Dicho de otra forma, seguimos capacitados y apuntando al mismo objetivo que
venimos persiguiendo desde la creación de nuestra fundación: asegurarnos de que
todos los habitantes del planeta tengan la oportunidad de vivir una vida saludable y
productiva
Hay un motivo por el que somos optimistas en cuanto a la vida después de la
pandemia y es este: si bien la pandemia ha obligado a muchas personas a asimilar un
nuevo vocabulario, también ha aportado un nuevo significado a términos antiguos
como “salud mundial”.
En el pasado los términos “salud mundial” rara vez se usaban para referirse a la
salud de todos, en todas partes del mundo. En la práctica, la gente de los países
desarrollados usaba esta expresión para referirse a la salud de las personas de los
países pobres. Un término más exacto probablemente habría sido “salud de los
países en desarrollo”.
El año pasado, sin embargo, esto cambió. En 2020 la salud mundial se volvió local.
Las distinciones artificiales entre países ricos y países pobres se derrumbaron ante
un virus para el cual las fronteras y la geografía no existen.
Todos vimos con nuestros propios ojos lo rápido que una enfermedad de la que
nunca has oído hablar en un lugar en el que quizá nunca hayas estado se convirtió en
una emergencia de salud pública en nuestra propia casa. Los virus como el que causa
la COVID-19 nos recuerdan que, a pesar de todas nuestras diferencias, en el mundo
en que vivimos todos estamos conectados biológicamente por una red microscópica
de gérmenes y partículas, y que, nos guste o no, estamos todos en el mismo barco.
Esperamos que la experiencia vivida por todos nosotros el año pasado genere un
cambio a largo plazo en la manera en que las personas se plantean la salud mundial
—y ayude a la gente de los países ricos a darse cuenta de que las inversiones en la salud
mundial benefician no solo a los países de bajos ingresos sino a todos. Nos emocionó
ver que los Estados Unidos inyectaron 4 mil millones de dólares en Gavi dentro de su
ultimo paquete de ayuda para luchar contra la COVID-19 Inversiones de este tipo nos
permitirán estar mejor armados para superar los próximos desafíos globales.
CARTA ANUAL 2021 7
Así como la Segunda Guerra Mundial fue el evento que definió a la generación de
nuestros padres, la pandemia de coronavirus que nos azota actualmente definirá
la nuestra. Y así como la Segunda Guerra Mundial sentó las bases para una mayor
cooperación entre los países con el fin de proteger la paz y priorizar el bien común,
pensamos que el mundo tiene ahora ante sí una gran oportunidad para convertir
las lecciones aprendidas a lo duro con esta pandemia, en un futuro más saludable y
equitativo para todos.
En el resto de esta carta, escribimos sobre dos áreas que consideramos esenciales
para construir ese futuro mejor: priorizar la equidad y prepararnos para la próxima
pandemia.
¿Podemos salir de esta pandemia con un mayor
nivel de equidad que el que teníamos antes de ella?
MELINDA: Una de las cosas que más he echado de menos este último año ha sido
viajar para ver en acción el trabajo de nuestra fundación. Tengo fotos por toda
nuestra casa de las mujeres que conocí en aquellos viajes. Ahora que trabajo desde
casa, sus rostros me acompañan constantemente.
A menudo me pregunto qué percepción tienen ellas de la pandemia y cómo la están
enfrentando. Cuando hablo con expertos y líderes mundiales por videoconferencia,
trato de imaginar cómo van a afectar a estas mujeres y a sus familias las decisiones
que se toman en el marco de estas conversaciones. Me recuerdan día tras día la
importancia de garantizar que la respuesta mundial a la COVID-19 no deje a nadie
por el camino.
Desde el SIDA hasta el Zika y el Ébola, los brotes de enfermedades tienden a
seguir un patrón sombrío. Lastiman a algunas personas más que a otras —y esto
no es un azar. A medida que infectan a las sociedades, explotan las desigualdades
preexistentes.
Lo mismo ocurre con la COVID-19. Para las personas más desfavorecidas la situación
es peor que para las más pudientes. Los trabajadores esenciales se enfrentan a
mayores riesgos que los que pueden realizar teletrabajo. Los estudiantes que no
tienen acceso a Internet se están quedando a la zaga con relación a aquellos que
siguen sus clases a distancia. En los Estados Unidos, las comunidades de color tienen
MELINDA:
De pequeña oí
hablar mucho
de la forma en
que la Segunda
Guerra Mundial
cambió la vida de
mi familia —sobre
todo la de mi abuela
materna. Es una
de las muchas
mujeres que se
integró al mundo
laboral para ocupar
puestos que habían
dejado vacantes
los hombres
que habían ido
a los campos de
batalla al otro
lado del océano.
MELINDA:
Este es un grupo de
mujeres que conocí
en Indonesia en
2017. Quien está
sujetando la tableta
es Ibu Suparti.
CARTA ANUAL 2021 8
más probabilidades de enfermarse y morir que otros estadounidenses. Y en todo el
mundo, las mujeres que llevan tiempo luchando para empoderarse y tener influencia
sobre sus vidas ven ahora cómo décadas de frágil progreso se hacen añicos en
cuestión de meses.
En los Estados Unidos, muchos de nuestros esfuerzos de lucha contra la COVID
se superponen con nuestro trabajo sobre la equidad racial. Por ejemplo, según las
estadísticas, los estadounidenses negros tienen tres veces más probabilidades que
los estadounidenses blancos de contraer la COVID-19, y también es más probable
que vivan en un área con acceso limitado a las pruebas para la COVID-19. Para ayudar
a satisfacer la demanda de pruebas de la comunidad local, nuestra fundación se
ha asociado con colegios y universidades históricamente afroamericanos para
ampliar la capacidad de realizar pruebas de diagnóstico en sus campus.
Los trabajadores sanitarios realizan pruebas de COVID-19 a las personas
en Nashville, Tennessee. Meharry Medical College
También estamos abordando desde otro enfoque el impacto desproporcionado de la
pandemia en las personas de color, a través, por ejemplo, del trabajo educativo que
nuestra fundación realiza en los EE. UU. Nos preocupa que los estudiantes se queden
a la zaga en todos los niveles (cuando los colegios cerraron en la primavera pasada,
el estudiante promedio perdió meses de aprendizaje). Sin embargo lo que más nos
preocupa es que la COVID-19 pueda exacerbar las barreras a la educación superior
que existen desde hace mucho tiempo, particularmente para los estudiantes que
son negros, latinos o procedentes de familias de bajos ingresos. Los ingresos medios
de por vida de los graduados universitarios representan el doble de los de los
graduados de el colegio secundario, de ahí la importancia de lo que está en juego
para los jóvenes. Con el fin de ayudar a los estudiantes a superar los obstáculos
de la COVID-19, nuestra fundación amplió su asociación con tres organizaciones
que tienen un historial comprobado de uso de herramientas digitales para
ayudar a los estudiantes seguir dirigiéndose hacia la obtención de un título
universitario. Pensamos que los modelos y enfoques que estas organizaciones
están perfeccionando ahora seguirán ampliando también las oportunidades que los
estudiantes podrán aprovechar despúes de una pandemia.
MELINDA:
Es devastador
pensar que cientos
de miles de jóvenes
podrían perder
oportunidades
por el resto de su
vida únicamente
por haber tenido
la mala suerte de
graduarse durante
una pandemia.
BILL:
Estamos trabajando
con College
Advising Corps,
City Year y Saga
Education.
MELINDA:
Los motivos por
los que esto es así
tienen mucho que
ver con el racismo
sistemático.
CARTA ANUAL 2021 9
En cuanto a nuestro trabajo fuera de los Estados Unidos, yo me he centrado en hacer
un llamamiento a los líderes mundiales para que pongan a las mujeres en el centro
de su respuesta a la COVID-19. Si los gobiernos ignoran el hecho de que la pandemia
y la recesión resultante están afectando a las mujeres de manera diferente, la crisis
se prolongará y se ralentizará la recuperación económica para todos.
Por ejemplo, debido a los cierres económicos del pasado año, cientos de millones de
personas en países de bajos ingresos han necesitado la ayuda de su gobierno para
satisfacer sus necesidades básicas. Pero la cruel ironía es que las mujeres que más
necesitan estos recursos económicos tienden a ser invisibles para sus gobiernos.
Es difícil enviar dinero en efectivo de forma segura y rápida a una mujer que no
aparece en las listas de contribuyentes, que no tiene una identificación formal o que
no posee un teléfono móvil. A menos que los sistemas financieros estén diseñados
específicamente para incluir a estas mujeres, es probable que dichos sistemas
las excluyan, marginalizándolas aún más de la economía. Nuestra fundación ha
trabajado con el Banco Mundial para ayudar a los países a superar estos obstáculos y
crear programas digitales de transferencias de efectivo tomando en consideración
las necesidades de las mujeres.
Una agente comercial ayuda a una mujer a realizar una transacción
bancaria en Silana, India.
De forma más general, apoyamos los esfuerzos para diseñar planes de respuesta
económica dirigidos a mujeres y trabajadores con salarios bajos. En los países de
ingresos bajos y medianos, las personas más pobres tienden a trabajar por cuenta
propia en el sector informal como agricultores o vendedores ambulantes, por
ejemplo. Los legisladores a menudo pasan por alto a estos trabajadores y las medidas
de estímulo tradicionales no satisfacen sus necesidades. (Las reducciones de
impuestos en realidad no ayudan a las personas que no pagan impuestos —y ¿quién
paga por la baja remunerada de una persona si dicha persona trabaja por su cuenta?)
Nuestra fundación ayudó a financiar la investigación sobre cómo los gobiernos
pueden reparar estos agujeros en la red de seguridad dando prioridad a medidas
como subvenciones en efectivo, ayuda alimentaria y moratorias sobre el alquiler y los
servicios públicos.
MELINDA:
Algunos se
refieren a esta
crisis económica
con el término
“she-cession”.
MELINDA:
Si los gobiernos
logran hacerlo,
millones de mujeres
podrían acceder
a su primera
cuenta bancaria.
CARTA ANUAL 2021 10
El año pasado ha puesto de manifiesto también el trabajo no remunerado de
las mujeres, tema que ya he abordado anteriormente en esta carta. Con miles de
millones de personas que ahora se quedan en casa, la demanda de servicios de
cuidado no remunerado —cocinar, hacer la limpieza y cuidar de los niños— ha
aumentado. Las mujeres ya hacían alrededor de las tres cuartas partes de este
trabajo. Ahora, durante la pandemia, están asumiendo una parte aún mayor de
estos servicios. Si bien se trata de un trabajo no remunerado su coste es sin embargo
enorme: a nivel mundial, un aumento de dos horas la prestación de cuidados no
remunerada de las mujeres se correlaciona con una disminución de 10 puntos
porcentuales en la participación de la mujer en la vida laboral. A medida que los
gobiernos reconstruyen sus economías, es hora de comenzar a tratar el cuidado
infantil como una infraestructura esencial, tan digna de financiación como las
carreteras y los cables de fibra óptica. A largo plazo, esto ayudará a crear economías
post-pandémicas más productivas e inclusivas.
No obstante Bill y yo estamos profundamente preocupados por el hecho de que,
además de poner de manifiesto tantas viejas injusticias, la pandemia desate una
nueva: la desigualdad en la inmunidad, un futuro donde las personas más ricas
tengan acceso a una vacuna contra la COVID-19, mientras que el resto del mundo no
pueda acceder a la misma
Las naciones ricas ya llevan meses comprando con antelación dosis de vacunas para
empezar a inmunizar a su población en cuanto dichas vacunas sean aprobadas. Pero
habida cuenta de la situación actual, los países de ingresos bajos y medianos solo
podrán vacunar a aproximadamente una de cada cinco personas que dichos países
durante el próximo año. En un mundo donde la salud mundial es local, eso debería
preocuparnos a todos.
Desde el comienzo de la pandemia, hemos instado a las naciones ricas a recordar
que cuando la COVID-19 afecta a un lugar cualquiera es una amenaza en todos
los lugares. Hasta que las vacunas lleguen a todo el mundo, seguirán apareciendo
nuevos focos de la enfermedad que irán creciendo y extendiéndose. Los colegios y
oficinas cerrarán nuevamente. El ciclo de desigualdad continuará. Todo depende de
que todo el mundo aúne sus esfuerzos para garantizar que la ciencia que salva vidas
desarrollada en 2020 salve tantas vidas cuantas sea posible en 2021.
Crisis existenciales como estas arrasan todas las áreas de nuestra vida. Sin embargo
las soluciones que son dignas de estos momentos históricos también tienen
repercusiones. Exigir una respuesta inclusiva salvará vidas y medios de subsistencia
ahora —y sentará las bases para un mundo post-pandémico más fuerte, más
equitativo y más resiliente
No es demasiado pronto para empezar a pensar en
la próxima pandemia.
BILL: Una de las preguntas que más me hacen es cuándo creo que el mundo volverá a
la normalidad. Entiendo por qué. Todos queremos volver a la vida pre-COVID-19. Sin
embargo hay un lugar al que espero no volver nunca: nuestra complacencia con las
pandemias.
La triste realidad es que la COVID-19 podría no ser la última pandemia. No sabemos
cuándo llegará la próxima, si será una gripe, un coronavirus o alguna enfermedad
que aún no conocemos. Sin embargo, lo que sí sabemos es que no podemos
permitirnos que nos tome por sorpresa. La amenaza de la próxima pandemia
seguirá cerniéndose sobre nuestras cabezas —a menos que el mundo tome medidas
para prevenirla.
La buena noticia es que podemos adelantarnos a los brotes de enfermedades
infecciosas. Aunque el mundo no haya logrado de muchas formas prepararse para
hacer frente a la COVID-19, todavía nos beneficiamos de las acciones tomadas
en respuesta a brotes pasados. Por ejemplo, la epidemia de Ébola dejó claro
que necesitábamos acelerar el desarrollo de nuevas vacunas. Así es que nuestra
fundación se asoció con gobiernos y otros patrocinadores para crear la Coalición
para las Innovaciones en Preparación para Epidemias. CEPI ayudó a financiar una
serie de vacunas candidatas contra la COVID-19, incluidas las de Moderna y Oxford
AstraZeneca, y está fuertemente involucrado en el trabajo sobre el acceso equitativo
a las vacunas, tema sobre el que escribió Melinda.
Para evitar que se repitan las dificultades de este último año, la preparación ante
una pandemia debe tomarse tan en serio como una amenaza de guerra. El mundo
necesita duplicar las inversiones en I + D así como en organizaciones como CEPI que
han demostrado ser invaluables en el marco de la COVID-19. También necesitamos
desarrollar capacidades completamente nuevas que aún no existen.
Detener la próxima pandemia requerirá gastar decenas de miles de millones de
dólares por año —una gran inversión, pero recuerde que se estima que la pandemia
de la COVID-19 le costará al mundo 28 billones de dólares. El mundo necesita gastar
miles de millones para ahorrar billones (y prevenir millones de muertes).
Yo considero esto como la mejor y más rentable póliza de seguro que el mundo
podría comprar.
BILL:
Por muy aterrador
que pueda parecer,
es probable que la
próxima pandemia
sea provocada por
el bioterrorismo.
CARTA ANUAL 2021 12
La mayor parte de esta inversión debe provenir de países ricos. Los países de
ingresos bajos y medios y las fundaciones como la nuestra tienen un papel que
desempeñar, pero los gobiernos de los países de ingresos elevados deben encabezar
la marcha aquí porque los beneficios para ellos son enormes. Si uno vive en un país
rico, le conviene que su gobierno despliegue grandes esfuerzos para prepararse a la
irrupción de una pandemia en todo el mundo. Melinda escribió que la COVID-19 en
cualquier lugar es una amenaza para la salud en todas partes; lo mismo se aplica a
la próxima posible pandemia. Las herramientas y los sistemas creados para detener
el avance de los patógenos deben abarcar todo el mundo, incluso a los países de
ingresos bajos y medianos.
En primer lugar los gobiernos deben seguir invirtiendo en las herramientas
científicas que nos están ayudando a superar la actual pandemia —incluso una vez
que la pandemia haya pasado. Los nuevos avances nos darán una ventaja la próxima
vez que surja una nueva enfermedad. Se necesitaron meses para disponer de la
suficiente capacidad para realizar pruebas de la COVID-19 en los Estados Unidos.
Pero es posible crear diagnósticos cuya implementación puede ser muy rápida.
Para la próxima pandemia, tengo la esperanza de que tengamos lo que yo llamo
plataformas de megadiagnóstico que podrían hacer pruebas hasta al 20 por ciento de
la población mundial cada semana.
Un ténico de laboratorio inserta un hisopo en la máquina de detección
rápida de la COVID-19. Angus Mordant/Getty Images
Estoy convencido de que también dispondremos de mejores tratamientos la próxima
vez. Una de las terapias anti COVID-19 más prometedoras son los anticuerpos
monoclonales. Si un paciente los recibe con la suficiente antelación su tasa de
muerte puede reducirse hasta en un 80 por ciento.
Nuestra fundación ha financiado la investigación sobre anticuerpos monoclonales
como posible tratamiento contra la gripe y la malaria durante más de una década.
Estos anticuerpos se pueden utilizar para tratar diversas enfermedades. El
inconveniente que presentan es la duración del plazo necesario para su desarrollo
y fabricación. Es probable que se necesiten otros cinco años para perfeccionar la
tecnología antes de que podamos producirlos rápidamente en respuesta a nuevos
patógenos.
También espero que veamos grandes avances en los próximos cinco años en nuestra
capacidad para desarrollar nuevas vacunas, merced, en gran parte, al éxito de las
vacunas de ARNm contra la COVID-19. Escribí extensamente sobre este tema en mi
Revisión del Año, pero para decirlo en unas cuantas palabras, las vacunas de ARNm
son un nuevo tipo de vacuna que facilitan instrucciones a nuestro cuerpo para que
éste pueda combatir un patógeno. Aunque nuestra fundación financia desde 2014
la investigación de esta nueva plataforma, no se había aprobado el uso de alguna
vacuna de ARNm antes del mes pasado. Esta pandemia ha acelerado enormemente el
proceso de desarrollo de la plataforma.
De la misma forma que creo que veremos enormes mejoras en el diagnóstico y los
anticuerpos monoclonales, predigo que las vacunas de ARNm se desarrollarán
más rápido, será más fácil multiplicar su número y serán más estables con lo cual
se almacenarán mejor durante los próximos cinco a diez años. Esto sería un gran
avance tanto para futuras pandemias como para otros desafíos de salud mundial. Las
vacunas de ARNm son una plataforma prometedora para enfermedades como
la provocada por el VIH, la tuberculosis y la malaria. Los progresos en I + D
realizados como resultado de la COVID-19 podrían algún día proporcionarnos
las herramientas que necesitamos para terminar de una vez por todas con estas
enfermedades mortales.
En cuanto a la prevención de pandemias, las herramientas científicas por sí solas
no son suficientes. El mundo también necesita capacidades sobre el terreno que
realicen un monitoreo constante de los patógenos problemáticos y que puedan
desplegarse en cuanto se necesiten. Aún quedan muchos flecos por ultimar, como
por ejemplo definir dónde se alojarían estas capacidades y cómo se estructurarían
exactamente. Pero he aquí el fruto de mi reflexión general:
En primer lugar debemos detectar los brotes de enfermedades tan pronto como
ocurren, donde sea que ocurran. Eso requerirá un sistema de alerta global, que
actualmente no tenemos a gran escala. El elemento vertebrador de este sistema
serían las pruebas de diagnóstico. Supongamos que es usted enfermera en una
clínica de salud rural. Observa que aparecen más pacientes con tos de los que cabría
esperar en esta época del año, o incluso que mueren más personas de lo normal.
Entonces, realiza pruebas para detectar los patógenos comunes. Si ninguno de
ellos da positivo, se envía su muestra a otro lugar para que sea secuenciada y para
profundizar la investigación.
Los trabajadores ensamblan los kits de prueba de COVID-19 en el laboratorio de Incas Diagnostics en Kumasi, Ghana.
Si en su muestra se detecta un patógeno súper infeccioso o completamente nuevo,
entra en acción un grupo de socorristas de primera línea para las enfermedades
infecciosas. Piense en este cuerpo como un escuadrón de bomberos que interviene
contra una pandemia. Al igual que los bomberos, son profesionales completamente
capacitados que están listos para responder a posibles crisis en cualquier momento.
Cuando no están respondiendo activamente a un brote, mantienen ágiles sus
habilidades trabajando sobre enfermedades como la malaria y la polio. Calculo que
necesitamos alrededor de 3.000 socorristas en todo el mundo.
Para aprender cómo sacar el mejor provecho de estos equipos de primera
intervención, el mundo necesita ejecutar regularmente juegos con gérmenes —
simulaciones que nos permitan practicar, analizar y mejorar nuestra respuesta
frente a los brotes de enfermedades, al igual que los juegos de guerra permiten
que los militares se preparen para la guerra en la vida real. La velocidad tiene su
importancia en una pandemia. Cuanto más rápido se actúe, más rápido se detiene
el crecimiento exponencial del virus. Los lugares que recientemente lidiaron con
brotes de infecciones respiratorias —como Taiwán con el SARS y Corea del Sur con
el MERS— respondieron a la COVID-19 más rápidamente que otros lugares porque
ya sabían cómo actuar. La ejecución de simulaciones garantizará que todos estemos
listos para actuar rápidamente la próxima vez.
En última instancia, lo que me hace sentir más optimista en cuanto a nuestra
capacidad de estar preparados la próxima vez es de lo más sencillo: el mundo ahora
comprende cuán seriamente debemos tomarnos las pandemias. Nadie necesita
que se le convenza de que una enfermedad infecciosa podría matar a millones de
personas o cerrar la economía mundial. El dolor que se ha padecido el año pasado
quedará grabado en las mentes de las personas durante una generación. Espero que
se apoyen los esfuerzos que nos garantizan mantenernos fuera de las dificultades
que hemos experimentado. Ya estamos viendo aparecer nuevas estrategias de
preparación para una pandemia, incluso desde el G7 de este año liderado por el
Reino Unido, y espero ver aparecer más estrategias en los meses y años venideros.
El mundo no estaba preparado para la pandemia de la COVID-19. Creo que la
próxima vez será diferente.
MELINDA:
Esto es lo que
yo llamo una
situación en la que
todos ganamos.
BILL:
Es lo que hacen los
bomberos también
cuando realizan
simulacros.
Un futuro más saludable y esperanzador
para todos
Por muy difícil que sea imaginarlo actualmente, en un momento en que sigue
habiendo tantas personas que afectadas todavía por la COVID-19, esta pandemia
llegará a su fin algún día. Cuando llegue ese momento, será un testimonio de los
notables líderes que han surgido durante el último año para guiarnos a través de esta
crisis.
Cuando decimos “líderes”, no nos referimos únicamente a los responsables políticos
y a los representantes electos que están a cargo de la respuesta oficial del gobierno.
Nos referimos también a los trabajadores sanitarios que están en primera línea
sobrellevando traumas inimaginables. Los profesores, padres y madres y cuidadores
que redoblan esfuerzos para asegurarse de que los niños no se retrasen en el colegio.
Los científicos e investigadores que trabajan incansablemente para detener este
virus. Incluso los vecinos que están cocinando comidas adicionales para asegurarse
de que nadie pase hambre en su barrio.
Su liderazgo nos ayudará a superar esta pandemia y por ellos debemos recuperarnos
y volvernos más fuertes y mejor preparados para el próximo desafío. El año pasado
una amenaza global afectó a casi todas las personas del planeta. De aquí al próximo
año, esperamos que una respuesta a la COVID-19 equitativa y efectiva también haya
llegado a todo el mundo.
Esperamos que usted y los suyos se mantengan a salvo y en buena salud en estos
tiempos difíciles.
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